México- El terremoto del 19 de septiembre dejó desolado el pueblo de San Gregorio Atlapulco, en el sur de la Ciudad de México, donde decenas de habitantes se han quedado sin su hogar y están a la espera de que las autoridades les proporcionen ayuda para seguir adelante.
“Nuestras casas quedaron completamente dañadas, ya son inhabitables (…) tenemos que buscar o quedarnos en la intemperie, a ras del cielito que nos protege”, dice a Efe Pablo Barrios.
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Su casa ha quedado destrozada, como la del resto de vecinos de su calle, en el fuerte movimiento telúrico magnitud 7,1, que ha dejado hasta el momento 363 muertos en el centro y sur de México.
En su caso, la vivienda no era muy vieja; tenía alrededor de 35 años. Asegura que tenía “buenos muros”, pero que no pudo soportar el sismo.
“La sacudida nos afectó bastante; se movió terrible la tierra, como si hubiera pasado una máquina debajo”, comenta Pablo, quien ha encontrado por el momento refugio en casa de un familiar.
Irene Castro, otra vecina de San Gregorio a la que todos se refieren cariñosamente como Melita, estaba preparando la comida para sus nietos cuando se produjo el temblor, a las 13.14 horas (18.14 GMT).
Los artefactos de barro de su cocina tradicional, ubicada en un gran patio, comenzaron a romperse, y solo quedaron los de tamaño más pequeño.
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“Era cocina de humo, declarada patrimonio nacional, habían venido jóvenes estudiantes a tomar fotografías y todo”, asegura Melita, de 69 años.
Sentada en su patio, que tiene la esperanza de recuperar aunque “con mucho esfuerzo”, recuerda cómo todos le “chuleaban” la cocina, lugar donde su madre le enseñó a preparar recetas como el mole.
“El temblor me agarró allá -dice señalando un rincón de la cocina- cuando sentí que me mareaba salí volando, cojeando porque me duelen las rodillas”. Mucha gente, recuerda, se tropezó cuando huía de los derrumbes.
San Gregorio se encuentra en la demarcación Xochimilco. Esta zona de la capital es conocida por sus canales, que se pueden recorrer en coloridas trajineras en las que visitantes y locales disfrutan los fines de semana.
En la delegación se registraron ocho muertos y decenas de edificios caídos. San Gregorio, además, se quedó durante días sin luz ni agua, y el campanario de su iglesia se derrumbó.
Tras los derrumbes, al pueblo llegaron numerosos voluntarios, que incluso bloquearon los accesos al lugar. Por esto, a lo largo de las calles pueden verse carteles de agradecimiento por la ayuda proporcionada.
Sin embargo, los habitantes subrayan que también es necesario que las autoridades se enfoquen en los problemas de San Gregorio, para no caer en el olvido.
“No creo que nos lo arreglen (los hogares) de un día para otro; si el Gobierno no da seguimiento en este caso, nadie nos va a apoyar”, defiende Pablo.
El pueblo, argumenta, “está luchando para las reparaciones de las viviendas, porque de otra forma nadie se va a hacer responsable”.