Es probable que Jonathan Smith pase el resto de su vida con una bala alojada en el lado izquierdo de su cuello, un recordatorio imborrable de uno de los tiroteos más mortíferos en la historia moderna de Estados Unidos.
Smith asistió al concierto junto a otros 9 miembros de su familia y, cuando empezó la balacera desde el hotel Mandalay Bay, su hermano mayor, Louis Rust, agarró las manos de sus seres queridos y empezó a correr, según relata The Washington Post.
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Sin embargo, Jonathan se devolvió al ver que sus sobrinas, de 17, 18 y 22 años, se habían separado del grupo. En ese momento, vio que que varios asistentes al concierto se quedaron paralizados ante el ataque. Por eso empezó a gritar que había un “tirador activo”, y empujó a varias personas hacia una zona de parking.
La foto con su rostro mirando a través de sus lentes a la lente de un celular, sentado, con el torso desnudo y unos shorts rojos se viralizó. Más tarde, se conoció su identidad: Jonathan Smith, y de esta manera, todo Estados Unidos y el mundo conocería su heroica historia.
“Realmente no quería morir”, indicó Smith. Hoy este héroe tiene una clavícula fracturada, una costilla agrietada y un pulmón magullado. Los médicos le dijeron que lo mejor será dejar la bala alojada donde está, al menos por ahora. Un movimiento podría causar más daño. La cicatriz será la marca de su gesto.
“Podría tener que vivir con esta bala el resto de mi vida”, agregó, mientras hizo una mueca de dolor y se tocó la venda blanca grande que cubre el agujero de bala.
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En las redes sociales, su historia se hizo viral. Su foto fue compartida más de 74.000 veces y ya tiene más de 177.000 “likes”.
En total salvó la vida de unas 30 personas, pero él asegura que no se considera un héroe: “No me veo de esa forma. Hubiera querido que alguien hiciera lo mismo por mí. Nadie merece perder la vida al venir a un festival de música country“, concluyó.