Arlington, Virginia– La impotencia de no estar en la Isla junto a sus seres queridos en el momento más catastrófico que haya vivido en un siglo y la incertidumbre ante la imposibilidad de comunicarse vía telefónica con familiares, era la constante ayer en cualquier conversación entre puertorriqueños residentes en la Capital Federal y los estados circundantes de Maryland y Virginia.
Era común escuchar el acento puertorriqueño y de pronto ver correr alguna lágrima y un abrazo.
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En Capital Life Church, una iglesia cristiana, la esposa del pastor mencionó las palabras claves para hacer llorar a algunos: terremoto, inundaciones y huracanes.
Elsa Vélez Sierra, de Bayamón, salió del servicio religioso emocionada y se presentó ante un grupo de puertorriqueños a quienes reconoció por el acento. Se abrazaron y lloraron. Intercambiaron números telefónicos y volvieron a abrazarse. Como muchos que viven fuera, Elsa aún no tenía noticias de su madre, residente en Gurabo. Pero aferrada a su fe, pidió calma, oraciones y hasta fortaleza para el gobernador Ricardo Rosselló.
“Hemos pasado muchas otras situaciones. Esta no nos va a dejar en el piso”, dijo a Metro.
Carmen Feliciano, junto a sus hijas Natalia y Gabriela, hacían arreglos para traer a su familia a Virginia para pasar al menos las semanas más difíciles post huracán. Juntas, hablaban de las tres semanas que pasaron en el verano en Puerto Rico. “Siento ahora que en ese viaje me despedí de la isla del modo que era. Hemos llorado mucho. Llevo 22 años viviendo fuera de Puerto Rico pero mi corazón está en Puerto Rico y he criado a mis tres hijas 100% boricuas. Ese lazo que no se rompe jamás”, decía, mientras su hija Natalia, empleada de PBS National, irrumpía en llanto al ver una foto de su lugar favorito en el mundo: El Yunque.
“No lo puedo explicar. Mi corazón está en ese lugar. Es parte de quien soy. Y está destruido. Así me siento. Salí de Puerto Rico a los 6 meses de nacida. Se supone que ni me acuerde. Pero cuando visito Puerto Rico y estoy por irme, siento que parte de mí revienta”, dijo.
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Su hermana Gabriela, con una personalidad bien distinta, no nació en Puerto Rico, pero “la mitad de mi estómago está hecho de mofongo”, dijo poniendo la nota jocosa de la mesa. Su lugar favorito en Puerto Rico es Orocovis. “Hace un mes y medio vi la gente más linda en el lugar en que me siento mejor en el mundo y saber que les dio tan duro, me duele demasiado”, dijo ahogada en llanto.
Valeria, otra hija, preguntaba por la familia y los girasoles de Guánica, donde celebró sus 19 años hace mes y medio.
Mientras, a pocos bloques de la iglesia, en el sector de Ballston, un grupo de boricuas armaba un centro de acopio con artículos de primera necesidad, incluyendo una imponente sección de alimento para perros.
Varias banderas de Puerto Rico y un radio portátil con música de “salsa gorda” mantenía al grupo energizado, cargando cajas, descargando paquetes, aplaudiendo esporádicamente cada donativo cuantioso pero agradeciendo el más mínimo de ellos.
Personal de la Administración de Puerto Rico de Asuntos Federales (PRFAA) observaba la operación coordinada por Mariana Vicéns, que iba y venía como hormiguita a pesar de sus 31 semanas de gestación.
La distancia en momentos de dificultad provoca llanto y dolor del bueno …. y grandes dosis de solidaridad.