Corresponsal en Caracas – Elizabeth Ostos
La crisis económica que atraviesa Venezuela queda retratada todos los días en su sistema de salud público. Metro World News logró acceso a uno de los hospitales más importantes del país donde personal médico y pacientes relataron cómo pasan el Niágara en Bicicleta.
PUBLICIDAD
La Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi) de 2016, realizada por tres universidades —Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello— retrata índices alarmantes de nutrición, salubridad, pobreza, morbilidad y mortalidad. Un dato relevante del sondeo señala que 82 % de los hogares venezolanos vive en pobreza y que hay 9,6 millones de ciudadanos que comen dos o menos comidas al día con la frecuente ausencia de proteínas en su dieta diaria. En relación con el sector salud, el Econvi señala que en 2016 los venezolanos usaron más los servicios privados de salud que los públicos, debido a la escasez de medicinas y material médico quirúrgico en entidades del Estado. Esto pese a que 63 % de la población no cuenta con seguros prepagados.
Los más pobres son los que van a los hospitales que administran el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales y el Ministerio de Salud. En Venezuela hay más de 300 nosocomios píblicos.
Metro Word News ingresó al Hospital Domingo Luciani, construido en 1987, y ubicado al este de Caracas. Es tipo IV, lo cual lo faculta para atender todo tipo de patologías. Impresiona la construcción: diez pisos amplios, pisos de granito, bases sólidas. Para los hospitalizados hay habitaciones de dos o tres personas, con baño incluidos. Hay otras salas con más pacientes y servicios sanitarios colectivos. Causa buena impresión, a simple vista.
“Esto es un cascarón vacío. Se va el agua con frecuencia y de 13 salas de operaciones, funcionan unas cuatro o cinco de forma intermitente. La sobrepoblación de pacientes nos hace trabajar el doble porque estamos mejor que otros sitios. Muchos médicos se han ido del país, principalmente a Chile, Argentina, España y a Estados Unidos. Están bien pagados y salvando las vidas que no pudieron acá por esta crisis sanitaria tan severa”, comenta un joven médico quien exigió el anonimato.
“El director, el Coronel Alexis Parra, ha ordenado la colocación de cámaras de seguridad en todos lados. Dice que es para evitar que se roben los equipos e insumos médicos, pero también ha colocado a milicianos y a colectivos pro Gobierno para mantener el control del hospital”, aseguró el médico.
PUBLICIDAD
El informante dice que la falta de insumos es grave. El que tiene la fortuna de ser operado debe traer casi todo el kit médico. Operaciones complejas como las de neurología requieren material que debe comprar el paciente. “Con unos dos millones de bolívares (340 dólares al tipo de cambio no oficial) se puede atender a un enfermo en quirófano neurológico. Esto no debería permitirse, pero es cuestión de vida o muerte. Los médicos ponen su experticia y el hospital sus instalaciones”, detalló.
Dijo que un médico residente gana unos 60 mil bolívares por mes, más un bono por alimentación (10,3 dólares según el cambio no oficial). “Es lógico que los colegas se vaya del país, con estos salarios de hambre”, dijo la fuente.
En el servicio de emergencia, un viernes de noche, la actividad es intensa. La violencia generada por el hampa y los accidentes rebasan la capacidad de la sala de urgencias. Ese día, la sutura se terminó temprano y así se le advierte a los pacientes. “Trata de comprar algo en la calle y lo traes o espera si llega un médico con algo de sutura, siempre hay quien done algo”, dice una residente de traumatología a un joven herido en la cabeza, en una riña callejera. El hombre se marchó del hospital.
José Ramos y su hijo Julio, de 9 años, relataron a MWN cómo batieron un récord: el de la constancia. “Estuvimos 23 horas acá para que nos atendieran y le pusieran un yeso, se partió la muñeca al caerse de un primer piso. No había máquina de rayos X funcionado y tuve que salir a buscar dinero y un sitio donde hacer la radiografía. Luego, no había material para ponerle el yeso al niño. Ahí se me fueron como seis horas. Llegó el material junto con varios accidentes. Hay que tener nervios de hierro para estar en una emergencia casi un día”, dijo Ramos.
A unos pasos, estaba Ernesto. Trabaja como motitaxista en Caracas. Dijo que hace cuatro días atrás fue atropellado por un conductor borracho. Le partió una pierna. “Desde que llegué he estado en emergencia, en un pasillo. Ni me operan ni me hospitalizan. No hay médicos para atenderme y me estoy desesperando. No tengo seguro privado, así que me toca esperar”, relató.
La sala de curas es pequeña. Hay lo estrictamente necesario; gasas, algodón, vendas, adhesivo. No hay antinflamatorios o calmantes del dolor en pastillas. Solo hay un producto y es inyectado. “A veces pedimos al paciente que traiga sus inyectadoras y acá se acaban rapidísimo”, advierte una enfermera. Lamenta que los pacientes deban permanecer hospitalizados en los pasillos, “hacemos lo que podemos, somos pocos en un hospital sobresaturado de pacientes, sobre todo del interior de Venezuela. Si en este que es uno de los mejores hospitales del país hay problemas, no quiero ni pensar cómo sobrevive la gente en otros estados”.
En la sala de yeso pasó un batallón de pacientes en el día. Según una enfermera en un viernes intenso, como lo define, “por acá pasan más de 100 personas entre mañana y tarde y acá hacemos de todo aunque la higiene no es la mejor. Hay lavamanos muy deteriorados, no hay papeleras, tenemos que armarlas con cajas de desechos, las camillas están viejas y conseguir una silla de ruedas es una aventura. El que viene para acá sabe que hacemos muchos esfuerzos para sacar el trabajo”, destacó.
Una mujer joven grita. Exige que operen a su hermana. Atraviesa un pasillo lleno de pacientes y de milicianos bolivarianos. Empuja una puerta de cristal y habla con un médico.
-¡Opérala, sálvala!- grita.
– Qué le pasó a ella, tráela- el médico señala la camilla en donde esta una diminuta mujer cuya cabeza sangra.
– Le dispararon en la cabeza. Estábamos en una fiesta en el barrio…
– No hay tomógrafo…veremos cuál será la conducta médica por seguir.
Con los hospitalizados
Al día siguiente, en la mañana, temprano, un grupo llega a la entrada de hospital con recipientes hacia una toma de agua. El centro de salud no tenía agua ni en sus tanques.
Raymundo, padre de un hospitalizado en gastroenterología se queja. “Con una simple llamada del director a Maduro se hubiese resuelto el problema del agua. Ahora hay que cargar para limpiar los baños, tenemos varias horas sin agua, menos mal que hay bastantes ascensores para subir”, sostuvo.
Según las informaciones del seguro social venezolano, el hospital Domingo Luciani tiene 700 camas, pero están activas 560. Muchos pacientes, como Carlos Brito, esperan por una cirugía traumatológica.
“Me caí y me partí una pierna. Me trajeron acá porque era el lugar donde estaban operando. Todos los estudios los hice fuera del hospital y he andado como puedo porque aquí no hay una ambulancia disponible, al menos para este servicio. He pagado mucho dinero. No sé cuándo me operan, me dicen que la lista de espera es larga. Unas enfermeras me ayudaron y con unos alambres y unos ganchos me pusieron el pie en alto”, detalló.
Interviene José Carlos, otro motitaxista. En un accidente se quebró la tibia y el peroné derechos. “Oye varón, tú tienes aquí poquito solo 21 días, yo llevo 72 acá metido. No tengo plata para comprar lo que me hace falta para operarme. Mi seguro médico es sencillito, no tiene mucha cobertura por eso aguanto esto. En una clínica privada me estaban cobrando 4 millones y medio de bolívares para operarme (750 dólares al cambio no oficial). Imposible de pagar porque yo trabajaba por mi cuenta”, contó.
Este hospital es de los pocos públicos que atiene con regularidad a pacientes oncológicos. La batalla del personal médico y técnico es constante por el mantenimiento de los equipos y por la dotación de medicinas. “El acelerador lineal que se usa para la aplicación de las radioterapias se ha dañado un par de veces en las últimas semanas. Peleamos bastante para que la empresa que contrató el Gobierno cumpla con el contrato de mantenimiento”, dijo un técnico.
MWN intentó comunicarse con el director del hospital Domingo Luciani. Las solicitudes de entrevistas no fueron atendidas.
Cerca de África
Hace poco, Nicolás Maduro destituyó a la ministra de salud, Antonieta Caporale, una ferviente defensora del proceso revolucionario. Fue justo a los pocos días de que la médico divulgara, luego de tres años de atraso, las cifras de mortalidad y morbilidad infantil. Fue la ministra de Salud número 16 de los 18 años del Gobierno Bolivariano.
En el reporte oficial con datos del 2016, la mortalidad infantil en Venezuela aumentó 30% respecto a 2015. La mortalidad materna subió 65% en el mismo período. El reto es el revertir las cifras que colocan a Venezuela a la par de naciones africanas.