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Confinadas cooperativistas hacen historia en Latinoamérica

El grupo de mujeres en prisión que fundó la primera cooperativa de confinadas en Puerto Rico y América Latina desarrolla una microempresa de confección de una variedad de artículos, logrando generar ingresos para ellas y sus familias, pero, sobre todo, haciendo del proceso una gran herramienta de rehabilitación

Sandra Rosado cumple una condena de 12 años. La mujer, de 48 años, observa cuidadosamente las costuras que realiza a uno de los bolsos reusables que produce la Cooperativa Taínas. / Foto: David Cordero Mercado

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El sonido de cuatro máquinas de coser industriales retumba en las cuatro paredes de una pequeña habitación ubicada en el edificio de la cancha de baloncesto del Complejo de Rehabilitación para Mujeres en Bayamón, que custodia al momento a 246 confinadas en mínima, mediana y máxima seguridad.

Sandra Rosado Dávila, de 48 años, acelera una de las máquinas. Un abanico de pared intenta calmar el intenso calor de un día de verano en Puerto Rico. La mujer trabaja en la confección de un bolso reusable, uno de los dos mil encargados por una reconocida empresa privada.

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“A pesar de que contamos con un local pequeño, el grupo de trabajo que tenemos, somos bien unidas entre nosotras, laboramos al unísono: una compañera hace algo y la otra le sigue en el trabajo y así sucesivamente para sacar adelante los contratos que tenemos hasta el momento”, explicó Rosado, quien cumple una condena de doce años en prisión.

Junto a ella, otras 10 mujeres conforman la Cooperativa Taínas, la primera cooperativa de confinadas en Puerto Rico y en toda Latinoamérica.

La orden en la que trabajan es hasta el momento la más grande que han recibido desde que su cooperativa se incorporó en el Departamento de Estado en noviembre de 2016.

“Estamos aquí echando esto hacia delante. Estamos perseverando en un sueño, que es la rehabilitación y ser sustento para nuestras familias”, afirmó Rosado, vicepresidenta de la Junta de Directores.

La idea de formar una cooperativa de confinadas nació originalmente entre un grupo de mujeres en el año 2012, pero no fue hasta cuatro años después que vieron ese sueño hecho realidad.

“Para nosotras fue una fiesta ese día que nos reunimos porque al fin, después de cuatro años, la cooperativa lograba estructurar una junta”, relató Melania De Jesús Serrano, de 55 años.

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De Jesús es la presidenta de la Junta de Directores de Taínas. Hace ocho años que se encuentra en prisión y la cooperativa le ha dado un nuevo propósito a sus días tras las rejas.

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“Yo siempre he dicho que, cuando yo me vaya de aquí, de la cárcel, yo quiero dejar algo mío para ayudar a todas las mujeres que convivimos aquí. Esta es nuestra forma de dejar ese algo, ese legado para las demás mujeres”, afirmó la mujer, que cumple una condena de 20 años.

Las razones por las que este grupo de mujeres llegó a prisión no vienen al caso en este reportaje. Quizás por primera vez desde el encarcelamiento de cada una la palabra rehabilitación, que es parte del nombre del edificio correccional en el que viven, adquiere un significado real.

“Queremos estar aquí todo el día trabajando. Es bien interesante porque también cada día uno aprende cosas diferentes, uno aprende un poquito más, matas el ocio”, apuntó Evelyn Ojeda Pérez, de 52 años. Ojeda –madre de cinco hijos y abuela de nueve nietos– cumple una condena de 99 años, pero la mujer mantiene firme su convicción de que logrará salir de la cárcel y en libertad desarrollará un negocio bajo el modelo cooperativista.

“Nosotras somos confinadas y a veces cuando salimos a la libre comunidad nos marginan y no nos quieren dar trabajo, pues ya nosotras sabemos coser, aprendemos muchas cosas aquí que podemos hacer”, expresó Ojeda.

Socias de la Cooperativa Taínas trabajan en la confección de bolsos reusables en el taller. / Foto: David Cordero Mercado

Las socias-empresarias de esta cooperativa producen una diversidad de artículos, desde moños y diademas hasta trajes para bebés y artículos para decorar la cocina, aunque su principal producto al momento son las bolsas reusables, elaboradas principalmente con tela mesh. La mayor parte del material que utilizan es donado y reciclado.

“En el momento en que apareció la ley, o los rumores de la ley, de que las bolsas plásticas ya no iban a estar en circulación, pues nosotras decidimos hacer bolsitas para vender, pero, cuando vimos el auge que habían cogido los bolsos, empezamos a hacer más cantidades y venderlos y hasta ahora nuestra venta principal ha sido en bolsos reusables”, explicó De Jesús, en referencia a la Ley que Prohíbe el Uso de Bolsas Plásticas en Establecimientos Comerciales, que entró en vigor el 30 de diciembre de 2016. El grupo de mujeres produce hasta 225 bolsos reusables en dos días.

Para vender sus productos, hay artesanos que incorporan en sus mesas artículos de las confinadas durante las ferias de artesanía, pero, además, la cooperativa les provee a las confinadas de mínima seguridad la oportunidad de obtener permisos de salida supervisada para participar en ferias y vender los productos en sus propias mesas. Dicho permiso ya ha sido otorgado a dos de las confinadas socias de la cooperativa.

Apuestan a las cooperativas como herramienta de rehabilitación

El modelo de cooperativas en Puerto Rico incluye cooperativas de ahorro y crédito, cooperativas de tipos diversos —que son las empresas cooperativas— y las cooperativas juveniles.

“Dentro de las empresas cooperativas o cooperativas de tipos diversos, hemos logrado incluir a las que nosotros llamamos cooperativas de confinados, que son las que están en las instituciones correccionales”, explicó Ivelisse Torres, comisionada de la Comisión de Desarrollo Cooperativo de Puerto Rico, en entrevista con Metro.

De acuerdo con Torres, este modelo cooperativo les permite a los confinados no solo tener una herramienta de rehabilitación mediante los valores y principios del cooperativismo, sino llevar una vida productiva dentro de la cárcel, además de representar una fuente de ingreso para cada uno de estos confinados que busca o espera en algún momento salir a la libre comunidad y tener una alternativa de autoempleo.

Según la comisionada, se trata de un modelo en pleno crecimiento en el país. Actualmente, la isla cuenta ya con ocho cooperativas de confinados y confinadas, formadas bajo la Ley General de Sociedades Cooperativas de Puerto Rico y la Ley Especial de Cooperativas Juveniles. La Cooperativa de Confinados Artesanal Arigos fue la primera en fundarse, en el año 2010, y se encuentra en el Complejo Correccional de Guayama.

Luego se fundó la Cooperativa Vencedores en el Complejo Correccional de Bayamón, Cooperativa de Trabajo Asociado de Confinados Zarzal en la cárcel de Río Grande y Cooperativa de Servicios Múltiples Taínas en el Complejo de Rehabilitación para la Mujer en Bayamón.

Recientemente, también se incorporó la Cooperativa de Trabajo Asociado de Confinados La Criolla, en Sabana Hoyos en Arecibo, así como Artes Coop, una cooperativa de artes teatrales que es, además, la primera en incluir entre sus socios tanto hombres como mujeres en el Complejo Correccional de Bayamón. También existe la Cooperativa Juvenil Agrícola Nuevo Amanecer en el Centro de Tratamiento Social de Humacao e Hidroponicoop de la cárcel de Bayamón.

“Puerto Rico se va a convertir en una de las jurisdicciones en Latinoamérica con mayor cantidad de cooperativas de confinados y posiblemente en el mundo por nuestro tamaño y cantidad poblacional”, aseguró la comisionada.

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En términos administrativos, este tipo de cooperativa funciona igual que cualquier otra en la isla. Es decir, cada una tiene su propia Junta de Directores y sus socios tienen que elegir un presidente, vicepresidente, tesorero, secretario y vocal. También existe un Comité de Supervisión, presidido por Ana Contrera Severino, socia de la cooperativa.

“Me he hecho dueña del manual, de la ley (Ley General de Sociedades Cooperativas). Me la llevé para mi módulo y me paso leyendo”, aseguró la mujer de 42 años.

El sentido de trabajo en equipo y responsabilidad compartida está claro entre las socias.

“Tenemos que apoyarnos unas a las otras. Por algo es una cooperativa, no es de una sola.Las once tenemos que estar pendientes de todo. Las once tenemos voz y voto”, dijo Sharelys López Pérez, 30 años. López es tesorera de la cooperativa.

De cada venta que Taínas hace, un 25 % es dirigido a Corrección para sufragar gastos operacionales por las instalaciones del taller, que está próximo a mudarse a un espacio más grande. Otro 10 % es la aportación requerida de acciones que hace cada socia y que va dirigida a la cuenta de la cooperativa.

El restante 65 % es la ganancia que recibe la confinada por cada venta, dinero que puede ser depositado en una cuenta personal de la socia en una institución financiera privada o bien ella puede decidir depositarlo en una cuenta de Corrección para compras en la comisaría del Departamento. Con dicho dinero, además, las confinadas han visto la oportunidad de ayudar a sus familias. Las socias de la cooperativa también se encuentran en proceso de selección de una entidad benéfica para apadrinarla.

“Dentro del taller todas tienen la oportunidad de participar y precisamente eso es lo que se busca, que todas puedan colaborar. Es trabajo en equipo, es cooperación entre ellas, que  puedan exponer que tienen unos talentos, que tienen unas virtudes, que hay un proceso de rehabilitación que se está llevando a cabo y, sobre todo, un concepto de un modelo empresarial que se está llevando a cabo dentro de nuestras cárceles a través del modelo cooperativo”, apuntó Torres.

Nota del editor: Esta es la primera de la serie “Confinadas y confinados abrazan el cooperativismo”, sobre las cooperativas de confinados en Puerto Rico.

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