Escuchando y viendo un programa de noticias que transmite de noche una cadena estadounidense en horario estelar, me dio escalofríos el tratamiento que el medio de comunicación les otorgaba a los recientes ataques terroristas en Manchester. En ocasiones, parecía como si las imágenes y cada palabra alimentaran la faena terrorista.
¿Es la prensa alimento del terrorismo? El espectáculo de la noticia transforma la información en un despiadado ataque de palabras. Informar sobre atentados es difícil porque no se tienen todos los detalles del hecho suscitado, se está en total desconocimiento de las causas y se pueden cometer muchos errores en la transmisión de la noticia en desarrollo, afectando la credibilidad del emisor.
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A un lado deberían quedar las emociones y los exageramientos, pues podrían contribuir al espectáculo y a vanagloriar un hecho trágico. La difusión excesiva del terror, cuya consecuencia es el miedo en quien lo escucha y observa, contribuye a magnificar el asunto.
La semana pasada lo observamos en el accidente trágico en Times Square, Nueva York. Aunque no se atribuye a acto terrorista, el joven sospechoso le indicó presuntamente a la policía que quería acabar con la vida de las personas que caminaban por la zona turística, un acto que ya se ha repetido en varias ciudades europeas. Los rostros de las personas reflejaban terror y miedo a lo desconocido, cuyo único referente son las imágenes perturbadoras y excesivas transmitidas por los medios de comunicación y las redes sociales acentuadas por palabras descriptivas que engrandecen el acontecimiento. En el caso de Manchester esta semana, se pudieron observar imágenes de las víctimas, en su mayoría niños y adolescentes, difundidas por las redes sociales y acogidas por los medios de comunicación. La responsabilidad social de los medios de comunicación y las redes sociales en la difusión de contenido en alguna medida debe ser evaluada. No estoy hablando de censura. Los contenidos perturbadores pueden incluso engrandecer a los autores. Los excesos pueden multiplicar los actos terroristas.
Es como si entrara la acción por la puerta de su casa. ¿Nos hacemos cómplices del acto terrorista al multiplicar las imágenes?
Hay que medir las consecuencias de las transmisiones y recordar la sensibilidad que engrandece al periodista y a los productores que le dan el visto bueno a la transmisión sin medida de imágenes perturbadoras. Se es éticamente correcto cuando se miden las consecuencias de los actos. Sí, es cierto que no podemos ser ingenuos ante lo terrible que anda el mundo, pero ¿dónde queda la responsabilidad social?
Es deber del periodista recopilar la información verdadera, analizarla, investigar y corroborar los datos. Uno de los factores clave es identificar la información que es adecuada en términos de veracidad y calidad. ¿A quiénes llegamos con información incorrecta o inadecuada?
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El público escoge sus contenidos, pero ayudemos a que su selección sea de calidad informativa y no aportemos a la trivialización. Es un reto llegar a las audiencias que comparten contenidos falsos y convencerlos de que deben ser más selectivos. No nos demos por vencidos y aportemos a este mundo profundamente impactado por el sinsentido.
Me parece que a los terroristas le gustan que queden valorizadas sus acciones. Se vanaglorian cuando quedan registrados para la historia y una y otra vez repiten imágenes engrandeciendo los actos realizados. Recuerdo en una ocasión durante los actos terroristas del 11 de septiembre en las Torres Gemelas que una directora de noticias ordenó eliminar las imágenes de los aviones chocando contra los edificios. “Son perturbadoras y ya las vimos miles de veces. Se acabó”, responsable e inteligente por demás. Ojalá muchos comprendieran que más vale la responsabilidad social que los índices de audiencia.