Lo confiesa a Efe Ryutaro Mori, jefe de planificación de negocio de esta “comunidad voluntaria, que no compañía” de ingenieros cuyo principio básico es “dar sueños a las generaciones futuras”.
Toyota les ha garantizado una financiación de 42,5 millones de yenes (340.000 euros/380.000 dólares) en los próximos tres años para que alcancen su objetivo: que el SkyDrive encienda el pebetero olímpico durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020.
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“Es cierto que nunca hubiéramos imaginado exactamente esto, pero estábamos seguros de que podíamos hacer cualquier cosa posible siempre y cuando soñemos alto y trabajemos duro hacia nuestra meta”, expone con entusiasmo Mori.
La implicación de Toyota, dice, “representa un gran impulso para que los ingenieros jóvenes sueñen a lo grande y lo materialicen”.
Con los fondos obtenidos, que les permitirán “invertir más tiempo en el desarrollo y menos en preocuparse por los costes”, tienen planeado construir un prototipo tripulado para finales de 2018.
Los cerca de 20 ingenieros que componen Cartivator pertenecen a múltiples compañías del país asiático, empresas cuyo nombre guardan celosamente, y poseen perfiles en sectores que van desde la automoción y la aviación hasta las tecnologías de la información. Todos trabajan en el SkyDrive al margen de sus horas laborales.
Entre los modelos que buscan pintar una estampa futurista y en los que trabajan grandes empresas como Airbus e independientes como la holandesa PAL-V o la eslovaca AeroMobil -cuyo híbrido de coche y avión ya se puede reservar en Europa-, el de Cartivator presume de ser el vehículo volador eléctrico más pequeño y ligero del mundo.
EFE