El apesadumbrado padre tomó en sus brazos a sus gemelos de 9 meses, Aya y Ahmed. Mientras contenía las lágrimas, acarició su cabello y musitó “Di adiós, bebé, di adiós” a sus cuerpos sin vida.
Después, Abdel Hameed Alyousef los llevó al cementerio donde estaban siendo sepultados 22 miembros de su familia. Cada rama del clan tuvo su propia fosa.
PUBLICIDAD
Más de 80 personas, incluidos 30 niños y 20 mujeres, murieron en el ataque con armas químicas registrado el martes en el poblado sirio de Khan Sheikhoun, y la cifra podría aumentar. La familia de Alyousef, uno de los principales clanes del poblado, fue la más afectada.
Otra integrante de la familia, Aya Fadl, recordó que salió corriendo de su casa con su hijo de 20 meses en sus brazos y que pensó que podía protegerse en la calle del gas tóxico. En lugar de ello, la maestra de inglés de 25 años enfrentó en primera persona el horror del ataque: una camioneta pick-up cargada con cadáveres, incluidos muchos de sus familiares y alumnos.
PUBLICIDAD
“Ammar, Aya, Mohammed, Ahmad, los amo mis pajaritos; realmente ellos eran como pajaritos. Tía Sana, tío Yasser, Abdul-Kareem, por favor, escúchenme”, decía Fadl, conteniendo el llanto mientras recordaba cómo se despidió de sus familiares que estaban amontonados junto a otros cuerpos sin vida.
“Los vi. Estaban muertos. Todos están muertos ahora”.
La tragedia ha devastado la pequeña ciudad de varias decenas de miles de habitantes. Profundizó además la frustración que sienten muchos sirios en áreas en poder de la oposición, debido a que las escenas de masacres se han vuelto rutinarias en la guerra civil del país y no ha habido determinación para fincar responsabilidades.
Estados Unidos y otros países occidentales acusaron al presidente sirio Bashar Assad de ser responsable del ataque, mientras que Siria y su principal aliado Rusia lo negaron. A pesar de la condena mundial, impartir justicia es difícil ante la falta de una investigación independiente sobre el arsenal químico de Siria, que según el gobierno sirio ya fue destruido.
“Tengo el corazón roto. Todo fue terrible. Todos estaban llorando y no se podía respirar”, dijo Fadl a The Associated Press el miércoles en una serie de mensajes de voz. “Hemos pasado por muchas cosas en Siria y hemos tenido muchas situaciones difíciles. Esta es la situación más difícil y más dañina que he tenido”.
En 2013, escenas espantosas de hospitales sirios llenos o de personas encontradas muertas en sus casas después de un ataque con gas sarín en el que murieron cientos de personas en Ghouta, un suburbio de Damasco en poder de los rebeldes, provocaron la condena internacional. Después se llegó a un acuerdo impulsado por Rusia que le permitió a Assad declarar que había destruido su arsenal químico y se había sumado a la Convención sobre las Armas Químicas.
Pero un año después se volvieron recurrentes los ataques con gas de cloro, en los que han muerto decenas de personas.
Sin embargo, la masacre del martes no fue ocasionada por cloro, un irritante con capacidad limitada para matar. La alta cifra de muertos, así como los graves síntomas como convulsiones, pupilas contraídas y vómito, indican que se usó un gas más complejo.
Un equipo de la organización Médicos Sin Fronteras que examinó a varias víctimas en un hospital cercano a la frontera con Turquía dijo que los síntomas corresponden a exposición a un agente neurotóxico: al menos dos agentes químicos diferentes. La valoración inicial de Estados Unidos es que involucró el uso de cloro y sarín, según dos funcionarios estadounidenses que pidieron no ser identificados porque no tenían autorización de hablar públicamente sobre el asunto.
Los testigos dicen que cuatro cohetes cayeron alrededor de las 6:30 de la mañana del martes y crearon un cráter en el piso, pero el daño estructural fue mínimo. En poco tiempo se hizo evidente que no se trataba de un ataque convencional.
Alaa Alyousef dijo que su familia dormía y se despertó por el ruido de impactos a sólo unos metros de distancia. Lo primero que vieron fue humo. Su padre salió y regresó a toda prisa. Había visto a una mujer que caminaba cerca del lugar donde cayeron los cohetes desplomarse repentinamente.
La familia cerró las ventanas frenéticamente y humedeció telas con agua y vinagre de manzana para colocárselas en el rostro.
Tuvieron suerte, ya que el viento sopló en otra dirección, dijo Alyousef.
Los cohetes cayeron en las orillas de Harah Norte, un distrito donde radica gran parte del clan Alyousef. Los miembros del clan y sus vecinos huyeron, pasando de casa en casa para intentar encontrar a parientes.
Fadl recuerda el pánico que sintió cuando los cohetes la despertaron.
“Esposo mío, ¿dónde estás? Oh, ¿dónde estás hijo querido?”, recuerda haber dicho. “Estaban junto a mí pero no podía verlos”. Dijo que los ojos comenzaron a dolerle. “El aire se tornó muy pesado. No había mal olor. Pero el aire era muy pesado para respirar”.
Los Alyousef trajeron a sus muertos a la vivienda de un familiar que se encontraba fuera del área que sufrió lo peor del ataque. El patio fue transformado en una morgue improvisada donde los parientes sobrevivientes intentaron durante horas resucitar a sus familiares ya muertos.
Fue entonces cuando Fadl finalmente se desplomó, y posteriormente despertó en un centro médico.
Mientras Fadl se recupera con su hijo en casa de sus padres en un poblado al norte de Khan Sheikoun, su esposo aún busca a sobrevivientes de su familia.
Alaa Alyousef dijo que no todas las viviendas han sido registradas en busca de sobrevivientes.
“Seguimos en estado de shock, un gran shock. Nuestra familia está devastada”, dijo el hombre de 27 años. “Muchos siguen desaparecidos. Nos da miedo entrar a las casas, no vayamos a encontrar a más gente muerta”.
Él y otros familiares enterraron el martes a los muertos del clan en la fosa común.
Cuando se dirigían al cementerio, Abdel Hameed Alyousef, de 29 años, le pidió a un primo que captara en video su despedida de sus hijos mientras estaba sentado en el asiento delantero de una camioneta que estaba siendo cargada con cadáveres.
Cuando se produjo el ataque, estaba con sus mellizos, una niña y un niño.
“Los saqué de la casa junto con su madre”, dijo Abdel, propietario de una tienda, a The Associated Press. “Al principio estaban conscientes, pero 10 minutos después podíamos percibir el olor”.
Los gemelos y su esposa, Dalal Ahmed, empezaron a sentirse mal.
Los llevó con los paramédicos y, pensando que estarían bien, fue a buscar al resto de su familia. Halló los cadáveres de dos de sus hermanos, dos sobrinos y una sobrina, así como los de vecinos y amigos.
“No pude salvar a nadie. Todos están muertos”, señaló.
Sólo después sus parientes pudieron armarse de valor para decirle que sus hijos y su esposa también habían muerto.
“Abdel Hameed está en muy mal estado”, dijo su primo Alaa Alyousef. Está recibiendo atención médica por exposición a la toxina, “pero está especialmente mal por su gran pérdida”.