Noticias

Buscan calificar a empleados del IFC como "servidores públicos de alto riesgo"

La definición sería de incluida en la Ley de Sistema de Retiro de Empleados de Gobierno.

PUBLICIDAD

Son una treintena los patólogos, oficinistas de sala y técnicos de autopsias del Instituto de Ciencias Forenses (ICF) que, en el anonimato y sin el glamur que transmiten las series de televisión, resultan diariamente amanazados por la muerte.

Porque trabajar con cadáveres no tiene nada de glamoroso y sí mucho de riesgo: se pueden sufrir accidentes laborales con las caladoras con las que se rompen los cráneos, hasta contraer graves enfermedades que pueden llevar a la muerte o exponerse a la explosión de los cuerpos en estado de descomposición hinchados. No por capricho, la Comisión de Sistema de Retiro y de Asuntos del Veterano de la Cámara busca incluir a patólogos, personal pericial y técnicos del ICF en la definición de “servidores públicos de alto riesgo”, de la Ley de Sistema de Retiro de Empleados de Gobierno (Ley 447). Víctor Dekony, director ejecutivo interino del ICF, ha manifestado que el personal pericial del ICF cumple una labor “en la que tanto su seguridad física, de salubridad y emocional se ve afectada por la naturaleza del trabajo que desempeñan cada día”. Explicó que el personal pericial se expone a recibir agresiones cuando se estudia una escena criminal, compromete su salud al exponerse a enfermedades por el manejo de cadáveres acumulados por escasez de personal y es más propenso a desarrollar condiciones  musculo esqueletales que con el tiempo pueden merman sus habilidades para realizar sus funciones. En tanto, la experta en salud del ICF, Ruth García, comentó ante la comisión que “el alto riesgo para estos empleados es en todas las áreas, tanto física como ergonómica, por la exposición a enfermedades y en el aspecto emocional”. Patólogos, oficinistas de sala y técnicos de autopsias, que suman alrededor de 30, y en menor medida los investigadores forenses, 64 en la isla, son los que diariamente tienen contacto directo con cuerpos en la isla (sin contar a los transportistas de las funerarias). Carlos Vélez Miranda, presidente de la local de Servidores Públicos Unidos (SPU) en el ICF, también destaca que incluso “yo llevo 13 años trabajando y no fue hasta el pasado año que trabajaron por encimita el tema de los problemas psicológicos que puede uno tener al trabajar con cadáveres”. “Es un ambiente pesado, de mucho sufrimiento, se puede sufrir ansiedad. Pero no hay seguimiento a la estabilidad emocional del funcionario, considerando, por ejemplo, que hay investigadores forenses armados”, dice Vélez Miranda. Al riesgo psicológico de la labor, se suma el de los cuerpos que llegan al ICF, “por eso todo el mundo debe tener equipos de pies a cabeza. Nadie entra sin equipos. Hay riesgo desde que el cuerpo entra. Cuando llega no sabemos lo que tiene. El riesgo de muerte es todo el tiempo”, asegura. Los peligros son variados: “Los cuerpos en estado de descomposición hinchados pueden explotar o los químicos que se usan (para alterar o mantener el cuerpo), como la formalina, pueden provocar alergias a la piel u ojos”, cuenta el sindicalista. De los fluidos, indica que “se debe tener mucho cuidado por la transferencia de infecciones y por la posibilidad de contraer Hepatitis B y C, tuberculosis, sida por el contacto con sangre”. Agrega que “a veces caen fluidos. En las mesas de aluminio la sangre va cayendo, aunque hay una manga que la extrae de los cuerpos. También la lista incluye los agentes quimicobiológicos por los exámenes toxicológicos, “ya que hay químicos que se usan con los cadáveres”, las radiaciones ionizantes (por las radiografías) e incluso las consecuencias de mover los cuerpos por el peso, ya que los cadáveres pesan el doble debido a que los cuerpos se contraen. En cuanto al riesgo por el uso de instrumentos, Vélez Miranda subraya que pueden ocurrir accidentes por la utilización de la caladora (para romper los cráneos), el bisturí (en incisiones en los cuerpos) y las agujas (que se usan para extraer muestras). Seis patólogos, 25 oficinistas de sala y técnicos de autopsias, así como 64 investigadores forenses, trabajan con cuerpos en Puerto Rico, en una labor muy lejana a la “normalidad” que muestran las series de televisión. No hay zombies o muertos vivientes ni forenses en lugares modernos y cinematográficos. Los casi cien funcionarios del ICP están muy lejos del encanto de Hollywood y muy cerca de la muerte.INS

PUBLICIDAD

Tags

Lo Último