El presidente del Partido Nuevo Progresista (PNP), Ricardo Rosselló Nevares, juramentará hoy como nuevo gobernador de Puerto Rico con una doble misión: superar la crisis económica bajo la bota de la junta de control fiscal impuesta por Estados Unidos y tratar de llevar al país a convertirse en el estado 51 de la nación norteamericana.
Rosselló Nevares, de 37 años e hijo del exgobernador Pedro Rosselló González (1993-2000), sucederá en el cargo a Alejandro García Padilla (Partido Popular Democrático), quien tuvo un cuatrienio complicado y maniatado por una crisis económica de larga data.
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Rosselló tendrá como tarea urgente convivir con una deuda pública impagable y la supervisión de EEUU para atender la crisis económica.
Sin experiencia en la vida pública, la tarea de Rosselló Nevares aparece doblemente complicada, toda vez que a la deuda calculada entre 63 mil y 70 mil millones de dólares se suma el interés de su partido y de cerca de la mitad de la población de la isla de convertirse en un nuevo Estado, pero con la oposición de la otra mitad, que busca la independencia o mantener el estatus actual de Estado Libre Asociado (ELA).
Y esto, bajo el yugo de la llamada Ley para la Supervisión, Administración y Estabilidad Económica de Puerto Rico (Promesa), aprobada por el Congreso estadounidense.
El Congreso estadounidense rechazó la petición de San Juan de acogerse al capítulo 9 de la Ley de Quiebras federal para negociar con sus acreedores, pues lo consideró inconstitucional. Y la prórroga que establece la ley Promesa para las demandas judiciales presentadas por los acreedores finaliza a mediados de febrero, por lo que Rosselló Nevares tendrá que actuar rápido y sobre seguro.
Lo inmediato, por lo tanto, será lidiar con los acreedores sin descuidar la prestación de servicios básicos a la población.
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Y para ello buscará la forma de conseguir dinero fresco, en las mejores condiciones, y ojalá con el aval de EEUU.
Por eso la opción de convertirse en el estado 51 aparece con fuerza en el horizonte de Rosselló Nevares, al menos como un deseo. Estará por verse cuánto de ese deseo contrastará con las intenciones de Estados Unidos y su nuevo presidente, Donald Trump.