Más allá de asumir las riendas de una entidad que demanda fondos de un Estado en plena recesión económica, Liza García, la primera mujer en presidir la Comisión Estatal de Elecciones, habla con Metro sobre sus momentos más díficiles en el cargo, la presión de la opinión pública y el desafio de implementar cambios en la forma de ejercer y contar los votos.
¿Cree que está la gente suficientemente orientada sobre el proceso de mañana?
—Nosotros hemos hecho todos los esfuerzos que estaban a nuestro alcance dentro de los retos económicos y fiscales para poder llegar a la mayor cantidad de personas, concentrándonos en las personas de la tercera edad, pero todo el tiempo del mundo no va a ser suficiente para nosotros poder llegar a los dos millones de electores que están disponibles para votar.
A pesar de las denuncias del expresidente del PPD Héctor Luis Acevedo, a las que se unió la Comisión de Derechos Civiles, sobre que el escrutinio electrónico altera la voluntad del votante, ¿puede tener el elector la certeza de que su voto será contado correctamente?
—Eso es así. La máquina que hemos escogido y que la Legislatura nos ha descrito lo que hace es que minimiza el porciento de error porque solamente va a leer las áreas que están delimitadas. Si usted hace una marca fuera de ese rectángulo, no le va a leer el voto. ¿Qué garantías tiene eso? Eso va a tener un efecto positivo, que es la precisión y la uniformidad.
Se pronostica que estos comicios serán los de menor participación. En su experiencia en el cargo, ¿por qué cree que la gente ha perdido el interés en votar?
—No tenemos una definición concreta, pero la emigración, la antipatía de los procesos electorales por los retos históricos que enfrentamos, la oferta electoral siempre influyen, y me parece que la gente con acceso a mayor Internet, a redes sociales y el acceso de mayor información de forma inmediata provocan otros análisis otros movimientos. Así que todo eso me parece que influye.
Ya que toca el punto de la migración como uno de los factores de una posible baja participación electoral. ¿Qué opinión le merece el que personas que se mudaron a EE. UU. pudieran venir a votar en las elecciones de mañana?
—El llamado a esos electores es que, si usted vive en otra jurisdicción, allí usted tiene su trabajo, sus hijos estudian en los colegios o en las escuelas, usted ha sacado licencia, usted está haciendo la mayoría de las actividades diarias en otro lugar, su domicilio no es Puerto Rico, su domicilio es donde usted realiza la mayor parte de sus actividades diaria, y eso representaría que usted viene a votar ilegalmente, porque usted no tiene domicilio aquí.
¿Cómo ve su vida más allá de la CEE?
—El nombramiento es hasta el 30 de junio de 2017. El nombramiento del presidente de la CEE usualmente es por 4 años, pero yo entré ante la renuncia del presidente anterior Ángel González Román. Así que, en los seis meses que resten, voy a estar concentrada en poder hacer unos informes, unas recomendaciones, unos planes de transición ordenada. Poder dormir un poco más siempre va a ser bueno, poder atender a la niña de cuatro años también, y me parece que un poco he pensado en volver a mi práctica privada de abogada y vislumbrar la academia.
Se dice que es muy probable que a usted la nombren a un puesto en la Judicatura. ¿Es eso cierto?
—Yo no he solicitado para ser jueza.
¿Pero le agrada la idea? ¿Es algo que desea?
—No descarto nada. Realmente, el plano legal me gusta. Eso fue lo que estudié.
¿Considera que este evento electoral es su mayor prueba de juego, de cara a su futura evaluación para ocupar un puesto de jueza?
—Yo creo que el país va a hacer una evaluación muy crítica porque lo ha sido sobre mi persona en términos de lo que suceda el día de la elección. Me parece que eso mismo pasó el día de las primarias. Yo lo que tengo muy claro es que no estoy pendiente de que la ejecución de la elección sea para una evaluación profesional sobre mi perfil y sobre lo que esto pueda sacar. Yo estoy concentrada en que sea exitoso porque es mi responsabilidad. Hoy, como presidenta de la CEE, es que tengamos unas elecciones ordenadas y transparentes, donde se cuente el voto y donde todo el mundo sienta que esto se está haciendo en un clima de absoluta imparcialidad.
¿Cuáles han sido los momentos más difíciles que ha afrontado desde que se convirtió en la primera mujer en dirigir la comisión?
—Uno de los momentos más díficiles en el ámbito profesional que he tenido fue con el comisionado electoral Jorge Dávila, un asunto profesional muy delicado, muy triste, que, afortunadamente, pudimos sobrepasar. También el rol mediático de pedirle intensamente a la Comisión que cerrara operaciones no solamente en las Juntas de Inscripción Permanente para abrir solamente en el 2016. La realidad es que pone un peso sobre los hombros en varios aspectos. Otro punto es el asunto de género. Aquí no es solamente ese concepto de ser mujer o de ser joven que resiente la misma institución internamente. También resiente cambios, nuevas ideas. Además, he tenido mediáticamente a columnistas o analistas que todo el tiempo están hablando sobre mi manera de vestir, mi manera de comunicarme. No había escuchado antes que para un presidente de la CEE usaran una columna para ver qué tipo de corbata es la que se ponía. Eso no era importante. Uno ve unas líneas editoriales muy fuertes de columnistas, muy fuertes, con contenidos sexistas.