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Columna de Manuel Cidre: El perfil para la junta

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PROMESA es ya una realidad. Durante muchos meses hubo incertidumbre de si el Congreso de Estados Unidos lo aprobaría. Peor aún, solo escuchábamos explicaciones político-partidistas que nos confundían más. Aun así, una amplia mayoría del país prefería la aprobación de una junta de control fiscal más que nada por la desconfianza en nuestro modelo político.

Hay unos sectores preocupados por la aprobación de la junta, y lo puedo entender. De igual forma, hay otros que piensan que será la junta la que resuelva la situación fiscal de la isla. Sin entrar en qué sector tiene la razón, estoy convencido de que quien único puede cambiar nuestro derrotero somos nosotros.

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El proyecto PROMESA debe entrar en funciones a más tardar en septiembre. Tenemos dos grandes retos inmediatos: la representación de Puerto Rico en la junta y la operación de esta con el Gobierno local.

Por otro lado, han empezado a circular nombres. No pretendo recomendar a nadie, pero es meritorio definir el perfil de quienes nos representarán en la junta. Sin embargo, antes de definir el perfil, primero entiendo que es importante enumerar qué situaciones nos trajeron hasta aquí. Sin duda, la política partidista, de la mano de falta de visión, experiencia financiera, capacidad administrativa y gerencia protagonizan esta terrible situación.

Con esta realidad, quien nos represente en la junta tiene que contar con una combinación de características muy particulares. Primero, no puede tener ningún vínculo político —partidista— e ideológico; debe ser un ejecutivo que conozca nuestra idiosincrasia, que no esté enajenado de nuestra realidad; que sea sensible y reconozca que no hemos tratado la pobreza con responsabilidad; que conozca de trabajar con la diversidad y sea inclusivo. Además, debe ser una administrador de primera línea, que no solo venga con un resume impresionante, que, además, traiga debajo del brazo experiencia de haber desarrollado algo por su cuenta; una hoja de servicio exitosa, que sepa lo que es transformación en la práctica y no en la teoría; que venga a aportar y sepa ejecutar desde el primer día.

Tiene que ser una persona enfocada en resultados, que sepa los que es cortar, aunque duela y tome decisiones; un conocedor de lo conveniente, oportuno y necesario; un hombre o mujer de Estado que ponga su lealtad en las próximas generaciones; un profesional que sepa interactuar con juntas de directores, que domine la negociación y pueda articular una plan posible, y, muy importante, que sea un profesional familiarizado con las métricas. Puerto Rico cuenta muchas personas con estas cualidades.
No nos podemos dar el lujo de poner nombres que adornen un artículo de Wall Street. Hay que insertar administradores transparentes, visionarios, exitosos, inteligentes, con capacidad para lidiar con una junta de control fiscal federal. Puerto Rico no puede darse el lujo de que quienes nos representen sean políticos derrotados o intelectuales de escritorio. Nuestra silla en la junta está hecha para ejecutivos que se hayan forjado en el trabajo y la experiencia de la mano de los resultados.

Tenemos un excelente turno al bate. Está en nosotros hacer un buen papel, regresar la administración al país, operar con presupuestos balanceados, regresar al mercado y decirle a la junta “hasta luego y gracias por sacar lo mejor de
nosotros”.

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