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Columna de Armando Valdés: Lecciones primaristas

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La mayoría de las encuestas no sirvieron. La única encuesta que “la pegó” fue la última que publicó El Nuevo Día respecto a la primaria a la gobernación y a la comisaría residente en el PNP. Ninguna encuesta predecía que la contienda entre Héctor Ferrer y Ángel Rosa terminaría con un margen de menos de 20 puntos de ventaja. Ninguna encuesta en el PPD, pública o interna, predijo correctamente cuáles candidatos entrarían a la papeleta para la Cámara de Representantes. En una de las últimas encuestas que se publicó, la de Jugando Pelota Dura, Manuel Natal entraba entre los primeros tres, y Roberto Vigoreaux y Ulises Dalmau entraban como las caras nuevas. Todas colgaban a Jesús Manuel Ortiz.

El resultado final fue muy distinto. Jesús Manuel entró en un robusto cuarto lugar y Natal acabó sexto. ¿A qué apuntan estos problemas con las encuestas? Apuntan a que sondeos realizados a nivel nacional, con muestras muy pequeñas para segmentos de la población general, combinado con una baja participación en los procesos primaristas, dificultan que estas herramientas tengan capacidad predictiva. Una cosa es ir casa a casa presentando una lista de candidatos a potenciales electores; otra muy distinta es el ejercicio primarista de despertarse temprano un domingo para ir a votar.

Ricky Rosselló está muy vulnerable. Todos los estrategas de la campaña de Pedro Pierluisi apostaban a que su única forma de ganar era movilizar a entre 600,000 a 650,000 electores PNPs. Su teoría, avalada con encuestas públicas e internas, era que el corazón del rollo apoyaba, por amplios márgenes, la candidatura de Ricky. Para ganar, tenían que sacar más electores – la periferia PNP y aún algunos populares, según los llamados del Comisionado Electoral, Jorge Dávila. Lejos de alcanzar esa cifra, solo fueron a votar unos 467,000 PNPs. En otras palabras, solo salió a votar la base dura de dicha colectividad. Al final del día, la diferencia entre Pierluisi y Ricky acabó siendo de solo 2.18%. Por ende, podemos concluir que aún los PNPs más entregados a la causa están divididos sobre la idoneidad de Ricky como candidato a la gobernación.

Estos resultados además denotan una candidatura desinflada. Encuestas de hace apenas un año colocaban a Ricky ganándole cómodamente a Pierluisi por márgenes de dos dígitos. Ni hablar de las últimas encuestas que apuntaban a sus ventajas sobre cualquier candidato que postulara el PPD. Si aún dentro de su base gozó de tan poco apoyo, difícilmente logrará aglutinar electores de la periferia o flotantes. Con un PNP severamente dividido y un candidato debilitado, David Bernier camina ahora sobre un terreno fértil para su campaña. Pero…

El PPD tiene que mostrar urgencia, unidad y capacidad de gobernar como equipo. La propia base del PPD le envió este mensaje a su liderato. Los candidatos que mejor salieron fueron aquellos que no se involucraron en continuas controversias internas durante el cuatrienio. La tirantez entre miembros del partido no solo ha dificultado el ejercicio de gobernar, sino que además ha proyectado desorganización. El país quiere, como bien me dijo David Bernier en una entrevista que le hice en “WKAQ a las 2 de la tarde” esta semana, estabilidad. Un partido dividido no puede ofrecer eso.

Pero igual, tampoco podemos dormirnos pensando que Ricky será fácil de derrotar. Su debilidad actual hay que explotarla con sentido de urgencia y con una campaña sistemática. De lo contrario, la inercia se apoderará de la narrativa y llegaremos a las elecciones enfrentando un escenario muy distinto al presente.

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