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Columna de Mariliana Torres: Gracias por ser periodista

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Cada vez que la libertad de expresión, de prensa y la democracia son colocadas en una encrucijada no me siento a lamentarlo, más bien doy las gracias por ser periodista y tener la oportunidad de defender los principios de la profesión más interesante del mundo. Ahora voy a más… y me atrevo a afirmar que no hay periodista con vocación que se arrepienta de haber estudiado y trabajado en una de las profesiones más educadas, serias, distinguidas y hasta superdivertidas. Todos los días uno se enfrenta a escenarios distintos, por lo que los días son intensos e impredecibles. Pero como todo en la vida, en ocasiones, la profesión es ingrata y los que la critican apenas tienen conocimiento de las altibajos que pasamos. Tenemos que dar gracias porque, a pesar de las adversidades, la misma sociedad grita la necesidad del periodista serio que con su verticalidad aporta conocimiento y defiende la libertad de expresión. Nada más piense por un momento qué sería de la historia del periodismo y de la literatura sin Gabriel García Márquez. Aun fallecido, sentimos al Gabo vivo en cada una de sus letras. Qué sería de las audiencias sin los periodistas que las provocan, como Carmen Aristegui, Pepa Bueno y Marcela Turati. Los estudiantes de periodismo no tendrían referentes sin las imágenes pulcras de Walter Cronkite, Peter Jennings y Walter Lippman. Los que han contado e investigado asuntos que ahora son parte de la historia, como Bob Woodward y Carl Bernstein, son todos los que día a día perpetúan para la historia cubiertas periodísticas magistrales que son la diferencia y ejemplo de compromiso, vocación y verticalidad. Por todos ellos que dejan la piel hay que agradecer lo que hemos aprendido.

Durante este año el periodismo, una vez más, ha plantado la semilla de la vocación al poner a prueba nuestro dominio en momentos críticos. Este año no ha sido fácil en términos de supervivencia. Los sucesos acontecidos han tratado de mancillar la integridad, la libertad y la democracia, pero se ha demostrado el soporte que tiene la profesión en la transmisión de la verdad y la defensa de la dignidad del ser humano. En esos momentos críticos en los que la adrenalina del periodista es mayor hay que dar gracias por encontrar las palabras acertadas para explicar el asunto, para poder transmitir sin apasionamientos y provocar las emociones de los lectores con las letras. En estos momentos cuando la profesión está atravesando momentos críticos por el cierre de centros de trabajo debemos dar gracias por mantener la fuerza de la profesión al decidir no claudicar. Damos gracias por emular a cada uno de los periodistas que han decidio mantener el lápiz en alto, como lo hicieron los periodistas caricaturistas del periódico parisino Charlie Hebdo. Por todos aquellos que se han reinventado y decidieron ser periodistas independientes. Por todos aquellos que contemplan el presente con ánimo y de repente saborean el esfuerzo de décadas porque decidieron no quitarse.

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Ser periodista vale la pena cuando una columna de opinión es referente en universidades europeas, cuando es leída en salones de escuela intermedia y superior, cuando te envían mensajes desde tierras lejanas, cuando es discutida en círculos periodísticos y organizaciones que albergan intelectuales, cuando te encuentras con personas que te reafirman la importancia de la lectura, cada vez que le dan share o like, cuando alimenta luchas por los derechos de cada uno de ustedes, cuando reafirma la profesión, cuando logra opinión pública en programas radiales, cuando otorga mayor visibilidad, cuando aporta a la innovación social, cuando promueve el periodismo sin ataduras e independiente y devuelve a la información su verdadero valor. Por todo ello gracias por leer esta columna.

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