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Columna de Danixa López: 9/11: tiempo de reflexión

Ayer fue el 11 de septiembre, un día que cambió la vida de millones de personas en los Estados Unidos. Recuerdo que iba de camino al trabajo cuando los aviones impactaron. En esa época no tenía radio satelital en el carro, así que escuchaba un poco de aquí y de allá. Alcancé a escuchar algo sobre un avión que se estrelló, pero lo cambié, pues era muy temprano para comenzar con noticias negativas.

Llegué al trabajo cuando ya se había estrellado el segundo avión. Era un ataque terrorista. Las caras sombrías y llorosas de aquellos que tenían familiares trabajando en las torres, lo decían todo. Fue un día terrible en todos los aspectos. Yo trabajaba para una empresa internacional y nuestros clientes eran de América Latina, así que el flujo de trabajo continuó, yo con la mente dividida, no tenía ganas de hacer nada. Mientras veía las imágenes de personas saltando y la bola de humo persiguiendo a la gente, entre otras desgarradoras escenas, pensaba que estaba viendo una película de Hollywood que no quería ver.

La primera vez que vi las torres tenía como 11 años. Fuimos mi hermana y yo a visitar a una tía que vive en Nueva York y nos llevó a Manhattan. Mirar hacia arriba y no ver el sol con esos edificios infinitos, fue impresionante. Hace varios años volví a visitar la zona cero, pero esta vez me tocó mirar hacía abajo, a lo que eran los cimientos de la nueva construcción que allí se instaló.

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Después del 9/11, decidí que me convertiría en una mejor persona. Comencé a preocuparme más por lo que en realidad es importante y a tratar de dejar las superficialidades de lado. Más importante aún, comencé a asegurarme de tratar a los demás con respeto y de la misma forma que quiero que me traten.

En la medida en que las heridas se siguen curando, las familias siguen reponiéndose de la pérdida de sus seres queridos, los demás seguimos con nuestras ocupadas vidas. Mientras tanto, el nuevo One World Trade Center volvió a retomar su lugar convirtiéndose, desde su inauguración el año pasado, en el edificio más alto del país y uno de los más altos del mundo. Ya llevaré a mi hijo para que igual que yo, mire hacia arriba y sepa que de las cenizas se renace, como el Ave Fénix, más grande y más fuerte.

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