Los periodistas no son más importantes que la noticia. Es decir no son los protagonistas de la noticia.
Se ha propagado como un virus implacable la manía del “yoísmo” y lo peor es que no veo en el horizonte la cura. Esta enfermedad de “yo lo hice, yo logré la entrevista exclusiva, yo llegué a las entrañas de la civilización, yo fui el primero que dije esto y aquello” tiene sus raíces en la veneración del periodista como artista, la falta de humildad y el culto a la imagen bajo la obsesión del “yo”. Dejar a un lado el contenido periodístico para reemplazarlo por la vanidad de adjudicarse las conclusiones de una noticia no es buen periodismo.
Los que se dan golpes en el pecho con el “yoísmo”, al punto de la enfermedad, ya es hora de que entiendan que hay que dejar a un lado esa simpleza porque con las redes sociales bombardeando información a cada segundo realmente nadie sabe quién lo dijo primero. Recuerdo en la década de 1990 cuando ya se dejaba entrever esa práctica entre algunos colegas de profesión quienes entendían malamente que eran merecedores de toda atención mediática. Ahora me atrevo a decir que, transcurrido el tiempo, se ha convertido en un patrón en el 80 por ciento de los comunicadores. El apego al “yoísmo” puede jugarle una mala pasada periodística cuando se adjudican resultados incorrectos y se publica como cierto. Si prestamos atención, podemos darnos cuenta que esta situación se está haciendo común en la radio. Le siguen en la mala práctica los llamados pseudoperiodistas que insisten en que el público escuche “yo llegué a este lugar y me encontré con fulano y a quien único le habló fue a mí”. Ese tipo de comentario no tiene pertinencia periodística.
Igualmente, es totalmente reprobable que los periodistas de fuerte contenido se zambullan en un lago contaminado lleno de cocodrilos para demostrarle a la gente que eso no se hace, que es peligroso, pero que él lo hace porque él es el más valiente. Me preocupa que cada día esa actuación “yoísta” que afecta el profesionalismo en el periodismo no sea corregida.
¿Acaso no se han dado cuenta de que resulta imposible escuchar o ver los programas noticiosos afectados con ese virus? El problema de promover ese tipo de conducta antiperiodística es que el contenido de la información se diluye porque los verdaderos protagonistas quedan en un segundo plano. Vale la pena recordar que el periodismo es servicio.
Otro virus que se ha propagado sin cura es el tuteo. ¿Dónde y quién les enseñó que al entrevistado se le tutea? Sufriendo desde adentro se me carcome el estómago cuando escucho periodistas tutear al gobernador como si fuera su compadre. El tuteo es insolente e irrespetuoso. La norma del profesionalismo y el respeto deben ser las bases de cualquier profesión. No hay que ir a la universidad para aprender que a las personas se les trata de usted por respeto y dignidad. No se debe sucumbir al tuteo ni siquiera cuando un joven, un artista, un jefe de agencia, el primer mandatario del país o fulano y mengano le digan tutéame durante la entrevista. ¡No! Me quedo con el “usted” a todos los entrevistados.
Si se imparte respeto y profesionalismo, así mismo será retribuido, pero si incurre o permite que se tutee prepárese para las faltas de consideración. Un periodista que trata de usted al entrevistado realza la conversación y la seriedad. Fiel defensora de las normas del profesionalismo en las entrevistas, es mejor que suene formal que informal, porque no me gusta que se tomen confianzas que no he permitido.
Te recomendamos leer estas notas: