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En una amplia localidad de Trujillo Alto, donde el silencio y la oración son la constante, unas 18 mujeres dedican parte de su vida a la elaboración de hostias, una hoja redonda y delgada hecha de harina de trigo que, según la iglesia, se convierte en el cuerpo de Cristo durante el oficio de la misa.
El Monasterio San José es el lugar donde se fabrican las hostias. Las manos que la elaboran pertenecen a las monjas Carmelitas de Clausura, féminas que por vocación han decidido entregar su vida a la oración y que como parte de sus funciones dentro del convento contribuyen a la creación del pan eucarístico.
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La preparación de las hostias comienza regularmente en horas de la mañana, dijo a Metro la priora del magisterio, Madre Inés María del Corazón Eucarístico, quien destacó además que, aunque solo tres monjas trabajan en la confección de una tanda de hostias, la función se les va relegando a otras hermanas.
De acuerdo con la madre, cuyo nombre de nacimiento es Inés Carmona Ortiz, en una tanda de trabajo –que se extiende por tres días‑ se genera una producción de 15 mil hostias.
El convento produce unas 200 mil hostias cada mes que suplen la demanda de innumerables iglesias del país entre ellas las diócesis de San Juan, Caguas, Fajardo y Humacao.
Actualmente, en Puerto Rico, hay dos monasterios adicionales dedicados a la elaboración de hostias: Dominicas Contemplativas en Madre de Dios en Manatí y Hermanas Dominicas de Nuestra Señora de Fátima en Yauco.
Los tiempos de mayor demanda de hostias son Navidad y Cuaresma, fechas en las que comulgan una mayor cantidad de personas.
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“Este es el trabajo más hermoso que tenemos. Es una bendición. Nuestra comunidad tiene el noble deber de confeccionar y distribuir el pan que está destinado a convertirse en el Sacratísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo”, dice la priora, al tiempo que destaca que la elaboración de hostias representa para el convento su principal fuente de ingresos.
Aunque no están para la venta, las monjas reciben unos $17 por cada paquete de mil hostias, “nosotros no le ponemos valor a las hostias, eso lo recibimos como una donación”, destaca Ortiz.
De acuerdo con la priora, fabricar hostias es un proceso que en tiempos normales toma tres días.
Primero se empieza mezclando la harina de trigo con agua fría en una batidora eléctrica.
Luego se procede a extender y calentar la masa entre dos planchas a altas temperaturas que facilitarán la evaporación de los residuos líquidos. Así se obtienen láminas delgadas de pan seco que posteriormente son apiladas y humedecidas en un horno encendido a 40 grados. Luego de varias horas se retiran del horno y finalmente se proceden a cortar en una máquina especial, explicó la madre.
Se recomienda que las hostias cortadas se dejen airear por unos días antes de ser empaquetadas y distribuidas a la iglesia, donde posteriormente serán bendecidas por el sacerdote durante la oración consagratoria en la eucaristía.
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