El primer rol de la figura paterna es contener a la madre para que pueda alojar al hijo, luego la protege en la crianza, porque uno necesita el pilar, que alguien provea de un espacio de amamantamiento tranquilo.
Después, el padre se debe entrometer en esa relación de dos, cuidarlo, darle la mamadera, porque ahí se incorpora en la mente del hijo la triada. Si no sucede, se quedan pegados en la mente de dos, lo que no es saludable. Con el tiempo debe hacerle entender al hijo que la madre no es su pareja, como ellos creen. De esta forma se da cuenta que él está afuera y se puede relacionar con otras personas de forma saludable, incluso en una futura relación de pareja”. Así describe la importancia de la figura paterna en nuestra vida Carla Vivanco, sicóloga y directora de Padres Creciendo (www.padrescreciendo.cl).
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Si hablamos de nuestras diferencias, la que salta a la vista es la capacidad de los hombres de ser padres hasta pasados los 60 años, así que el factor edad no es tan relevante para ellos. “Aquí predomina la cercanía y la vinculación con el hijo. Las madres tenemos una relación desde que se encuentra en la guatita, en cambio el papá va vinculándose y desarrollando a través de la vida un afecto hacia su hijo. Debe hacer un esfuerzo de conectarse con el hijo, situación que es transgeneracional”, aclara la sicóloga, antes de detallarnos las características generales de diferentes etapas de la vida.
25 – 30 años
“Al menos en mi caso, el papá de mi hija Cata (actualmente de 8 años), ayudaba harto. Gonzalo tenía 24 años, y la cuidó, mudó, hizo papillas, leches, la bañó y hasta hoy hace todo sin mayor complicación. Aún recuerdo cómo se entretenían juntos: se ponía a su altura, cantaban y andaban en el suelo como si fueran de la misma edad. La cercanía se refleja en lo amigos que son. Salen solos y no hace falta la mamá. Nunca se complicó en salir con ella, desde llevarla a la plaza, zoológico, Fantasilandia, mall, cine, cumpleaños de amiguitas, etcétera. A veces yo me complicaba por la ida al baño, las comidas, el frío, pero ellos ni un rollo”, confiesa Jocelyn Sariego, que tuvo a su hija cuando tenía 23 años.
Es que, de alguna forma, siente que lo pasa mejor con él, destacando como lado positivo la energía, la paciencia y las ganas de aprender que mostraba el padre de su hija. “Cuando son padres jóvenes, hay menos miedo y eso los hace disfrutar y ayudar más. Ven que las labores deben ser compartidas y no se complican en realizarlas. Es como normal en los papas jóvenes, lo he visto en mis hermanos y amigos que han sido padres más jóvenes”. Aunque también resalta aspectos negativos. “Sin duda es lo económico. En mi caso, ambos estudiábamos y tuvimos que trabajar en lo que se podía para costear todo lo que se nos vino encima. El drama es que no siempre pudimos tener lo que queríamos, sino lo que nos alcanzaba y eso igual fue complicado, ya que uno siempre quiere dar lo mejor a sus hijos”.
La sicóloga de Padres Creciendo coincide completamente con este testimonio. Es decir, en esta etapa se muestran más energéticos, con más ganas, y lo entregan todo, pero considera que aún son inmaduros: “Principalmente antes de los 30 años son menos responsables. Quizás no tienen muy incorporada la idea de ser padres, la relación no está completamente estable. Todavía están enfocados en desarrollar la estabilidad laboral, buscan el éxito y los amigos.
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Cuando son jóvenes piensan ‘todavía puedo’, ‘todavía hay licencia’, ‘me corresponde salir’. Me da la impresión que los hombres maduran después en lo afectivo, la mayoría de las veces. Aunque tengan la vitalidad, no tendrán la madurez. Personalmente, pienso que se toman la paternidad de una forma más inmadura y se desvinculan más de su hijo sin culpa. Por ejemplo, llegan después del trabajo muy tarde o salen con amigos, no ven al hijo, pero no tienen culpa. Ahora, si ellos se enamoran de la idea de ser padres se muestran muy comprometidos, que se suele dar más desde los 30″.
30 – 40 años
“Mi recuperación de la cesárea fue súper lenta y tuve prohibido hacer cosas como por un mes, así que mi marido estuvo en la casa conmigo todo ese tiempo e hizo todo. Después de ese mes ya hacemos todo entre los dos porque además nos gusta, a él le toca viajar harto por trabajo, así que cuando llega y José Ignacio, de 10 meses, se despierta en la noche, él se levanta porque así aprovecha de verlo. Igual hay veces en que no lo escucho, pero eso ya es por cansancio y nunca ha sido tema que ninguno de los dos quiera levantarse”, describe Verónica Lara (30), cuyo marido bordea los 35 años.
Además, agrega que encuentra que en la actualidad existen muchos casos en los que las mujeres llevan el lado más pesado de la crianza, pero por una cosa lógica, más que por machismo. Sobre todo cuando deciden dedicarse a los hijos y volver a trabajar cuando ya esté más grande, como es su caso. “Me parece obvio que la mamá es más necesaria, sobre todo los primeros meses y eso hace parecer que hace más que el papá, pero al menos en mi caso hacemos todo los dos, algunos días uno hace más que el otro, pero no es tema”.
Como es de esperar, considera que el lado negativo es la falta de tiempo. “Es que su trabajo requiere algunos viajes y a él también le da lata no ver a su hijo todos los días cuando se va. Como papá me ha sorprendido mucho, sobre todo los primeros meses, cuando hizo más cosas, y eso que los dos éramos inexpertos. Jamás se quejó”, afirma Verónica.
La especialista ratifica que esta generación es la más comprometida y deseosa de ser padres. Se instruyen, averiguan, leen artículos para hacer todo mejor. “Le ponen mucho corazón, cuentan con orgullo su historia, muestran las fotos, van al jardín y están cerca de los hijos. Es una paternidad tranquila. Usualmente la relación de pareja también puede estar más afianzada y sienten que ese es su momento. También tienen menos cuestionamientos a esta edad en todos los sentidos”, relata Vivanco.
El lado negativo va de la mano con el tiempo, porque se encuentran muy ocupados, quieren subir de puesto y aún son proveedores, al menos en nuestra cultura. “Cuando la mujer es parte de un matrimonio no siempre es un pilar principal, la mujer decide trabajar en nuestra cultura y si ella no quiere, puede arreglarlo. ¿Te imaginas a un hombre diciendo eso? Sería raro. Ellos sienten que tienen que trabajar y sienten la presión”.
Aunque de todas formas resalta que estos hombres tienden a compartir roles, pero en términos generales, no se da constantemente. “Se dice que el hombre ayuda más, claro, antes no hacían nada. Ellos ayudan, pero sienten que su principal responsabilidad es ser el pilar económico de la familia. Se transforma en un acuerdo tácito. Los hombres no dejan el trabajo por los hijos, y las mujeres, si pueden, sí”, cree Carla.
40 años en adelante
“Me parece que la principal característica es que no ponen muchas reglas. Pablo tiene 45 años, y mi hija 9, y ahora veo que no le pone tantas reglas porque siente que lo que más tiene que hacer es disfrutarla. Claro, es un papá que cambió pañales, la lleva al colegio, intenta estar con ella lo más posible, pese a que estamos separados, y cumple una función cincuenta y cincuenta conmigo”, relata Alejandra Marín (38).
¿Lo negativo? “Quizás es menos lúdico que otros más jóvenes, le gusta ver televisión con ella, ir al cine, pero no es de decir ‘te acompaño a jugar fútbol’.
Un factor importante es que tras ser papá él tomó la decisión de cuidarse para vivir más tiempo. Dejó de fumar, come sanamente, entró al gimnasio porque me ha dicho que quiere estar más activo, tener una mejor calidad de vida por su hija. Igualmente sale andar en bicicleta, pero dentro de lo que es un papá separado también, que no cuenta con todo el tiempo”.
No era su sueño ser padre, pero Alejandra cuenta que le ha dicho que no se imagina la vida sin su hija. Sin embargo,no quiere más hijos porque pretende entregar tiempo de calidad. “A diferencia de la generación de mi papá, donde eran familias grandes, el padre solo era proveedor y los hijos casi se criaban solos. Quizás Pablo siente que tiene que entregar más cosas porque saben que la vara está cada vez más alta para los papás”.
La experta considera que si hacemos un corte en este instante, esta generación es la que más sufre una lucha cultural. “Ellos fueron hijos de otra generación, se demoraron en llegar a la paternidad y han vivido el cambio de mente. Se sienten desafiados a ser un papá cercano, cariñoso, que participa en la vida de sus hijos, pero por su crianza desarrollaron menos habilidades para hacerlo, les cuesta un poco más. Ahora, si la madre es más joven lo ayuda más porque lo desafía para que sea más parte de la crianza”. También destaca que cuentan con menos energía, se muestran más cansados, abuelados, como se dice, y quieren hacer menos esfuerzos.
“Los padres actuales están conscientes de que son importantes en la vida de los hijos y no sólo como figura de autoridad. Recordemos que antes al padre se le contaba cuando el niño se portaba mal para que los retara, pusiera orden. Lamentablemente la relación se polarizaba, porque la madre daba el amor y los padres la disciplina. Ahora ambos ejercen estas tareas. Y ojo que siempre hay que disciplinarlos, porque cuando no pones límite, una estructura, los hijos se angustian profundamente”, advierte Carla.