0 of 3
Las tendencias de diseño contemporáneas alrededor del mundo parecen apuntar hacia un norte común: la tecnología como acelerador de nuevas tipologías. Y es que, ciertamente, la ciencia y la tecnología en los últimos años han sufrido un empinado progreso hacia dimensiones antes inimaginables. La biología sintética, la nanotecnología y la biomímesis comprenden tres de las diez tecnologías emergentes del 2013, según The World Economic Forum Global Agenda Council on Emergent Technologies. Estas tres especializaciones científicas se han encargado de difuminar las barreras entre el diseño sintético y las cosas vivas. Materiales regenerativos, capaces de crecer o moverse, órganos sintéticos y superficies que imitan el proceso de fotosíntesis son algunos avances tecnológicos que guían un nuevo concepto de diseño que emula la adaptación y el proceso morfogenético de las cosas vivas. La ciencia contemporánea es capaz de generar tecnología que antes era solo concebida como parte de la ciencia ficción. La arquitectura no está ajena a todos estos cambios que implican una innovación, no de estilo, sino de la propia definición.
¿Qué parámetros de diseño definen la forma de las cosas vivas? ¿Cómo funcionan los diseños de la naturaleza? Estas interrogantes conforman la base teórica de la biomímesis, una filosofía que ha incursionado en muchas firmas de diseño y arquitectura emergentes. Arquitectos destacados en el mundo imaginan edificaciones dinámicas capaces de cambiar su configuración en respuesta a cambios del contexto. ¿Cuánto más seguro sería un edificio si su estructura imitara la mecánica de un esqueleto que puede cambiar su configuración para mantener el balance? ¿Cuánto más saludable sería nuestro entorno urbano si las superficies de las edificaciones pudieran transformar el dióxido de carbono en oxígeno? ¿Cuánto más ecológicas serían las estructuras si fueran concebidas como parte del ecosistema natural?
PUBLICIDAD
La biomímesis implica traducir diseños biológicos en estrategias de tecnología que permitan resolver un problema determinado. Pero ¿qué problemas enfrentamos en el Caribe además de los asociados al consumo energético y la contaminación ambiental? Huracanes, terremotos, inundaciones, deslizamientos y tsunamis son algunos de los problemas o potenciales problemas que puede enfrentar nuestra región caribeña y que, por falta de una adaptación mejor, podrían potenciar desastres de gran magnitud. Desde 2011, en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, el taller de diseño BioTectonic Analogues in Architecture investiga diversos diseños biológicos para definir estrategias de diseño arquitectónico que se adapten mejor. Pero es durante este semestre que, en el taller, se lleva a cabo una investigación que atiende los potenciales desastres a los que está expuesta nuestra región caribeña. Las palmas, las cavernas, el bambú, las hojas, los corales, los mangles y hasta fibras del tejido de las arañas sirven como modelos de estudio para mejorar la tecnología de edificaciones capaces de responder a las eventualidades de nuestro contexto.
Del análisis preliminar se desprende que la geometría del bambú, por ejemplo, podría potenciar el diseño de mejores estructuras antisísmicas. La superficie de una palma es capaz de manejar grandes cargas de viento por la flexibilidad de su tronco, lo que inspira a estudiantes a diseñar arquitectura más apta a manejar fuerzas de vientos huracanados. El estudio del patrón microscópico de una hoja promete un futuro en el que los edificios puedan flotar durante una inundación para minimizar el impacto de este recurrente fenómeno. Incluso, el estudio de mangles y corales sirve para determinar morfologías que podrían proteger las costas de potenciales tsunamis en nuestra región. Más aún, el estudio de proteínas elásticas y la morfología de nuestras cavernas sirven para proponer un tipo de arquitectura que, en el futuro, podría reajustar su configuración estructural para manejar mejor fuerzas extremas de la naturaleza.
La doctora Rachel Armstrong, de la Escuela de Arquitectura de Barlett en Londres, es, quizá, la portavoz más enfática en aplicar los principios biológicos para mejorar las características de la arquitectura contemporánea en respuesta a las proyecciones para el futuro. Su propuesta concluye que “cualquier civilización suficientemente avanzada es indistinguible de la naturaleza”. Una arquitectura sustentable es aquella que consigue formar parte del ecosistema natural. Solo así minimiza su impacto sobre el mismo. Para que un diseño forme parte de ese ecosistema, debe imitar su comportamiento, uno que por definición es biológico o vivo. La tecnología contemporánea es totalmente capaz de proveer de ciertas propiedades de ese comportamiento biológico a estructuras arquitectónicas. El taller de diseño de la Escuela de Arquitectura, PUCPR reconoce esa tendencia que promete dominar el futuro de la industria de la construcción. De ese modo, ya comenzamos a plantearnos cómo será la arquitectura biomimética del Caribe, y cómo nuestro entorno construido será capaz de mitigar aquellos potenciales desastres naturales a los que actualmente no estamos adaptados.
Para mayor información, visite www.biotectonica.blogspot.com.