En ocasiones el amor provoca que el ser humano haga lo inimaginable. Este es el caso de una escritora estadounidense que al recibir la noticia de que le quedaba poco tiempo de vida escribió un ensayo titulado: “Deberías casarte con mi esposo”.
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En el escrito Amy Krouse Rosenthal, quien fue diagnosticada con cáncer de ovario en septiembre del 2015, detalla porqué su esposo es la pareja ideal e invita a que lo busquen y si entienden que es la persona correcta comiencen una nueva historia junto a él.
“Llevo un tiempo intentando escribir esto, pero la morfina y la falta de hamburguesas jugosas (creo que ya van cinco semanas sin comida de verdad) me han dejado sin energía y han interferido con lo que me queda de capacidad de prosa”, detalla al tiempo que reconoce que “tiene que terminarlo ya porque tengo una fecha límite, una muy cercana. Necesito decirlo, y hacerlo bien, mientras tengo tu atención y todavía tengo un pulso”.
La mujer asegura que enamorarse de su esposo Jason es muy sencillo y relata que “a mi me tomó solo un día”.
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A continuación parte del ensayo que publicó en The New York Times
“Empecemos por lo básico: mide 1,78 metros, pesa 72 kilos, tiene ojos color avellana y cabello entrecano.
Ahora va una lista de sus atributos, en ningún orden en particular, porque todos me parecen importantes:
Se viste bien. Nuestros hijos —que son adultos jóvenes—, Justin y Miles, a veces le piden prestada su ropa. Los que lo conocen o quienes llegan a avistar el espacio entre sus pantalones de vestir y sus zapatos saben que tiene un don para usar calcetas fabulosas. Está en forma y disfruta de ejercitarse.
Si nuestro hogar hablara, agregaría que Jason es asombrosamente habilidoso. Cuando se trata de comida… ¡wow, este hombre sabe cocinar! Después de un largo día no hay mayor regocijo que verlo cruzar la puerta con una bolsa del supermercado en las manos y me vuelve a conquistar con un aperitivo de aceitunas y algún queso que consiguió, en lo que cocina una cena.
A Jason le encanta escuchar música en vivo: es lo que más nos gusta hacer juntos. También debería de añadir que nuestra hija de 19 años, Paris, prefiere ir a un concierto con él que con cualquier otra persona.
Cuando escribía mi primer libro de memorias, mi editora dibujaba círculos en varias secciones sobre las cuales quería que elaborara. Decía: “Quiero saber más sobre este personaje”.
Estoy de acuerdo, claro, era un personaje cautivador. Pero podría haber dicho solamente: “Jason. Escribe más sobre Jason”.
Es un gran padre. Pregúntenle a quien sea. ¿Ven a esa persona en la esquina? Pregúntenle a ella, sabrá responder. Jason es compasivo… y puede voltear los panqueques en el aire.
Jason pinta. Amo sus obras. Lo llamaría un artista excepto que tiene una maestría en Derecho, lo que significa que está en su oficina de 9:00 a 6:00 p.m. la mayoría de los días. O, al menos, ahí estaba antes de que me enfermara.
Si buscas a un acompañante de viajes de ensueño y con un espíritu entusiasta, Jason es ideal. También le gustan las baratijas pequeñas: cucharas para degustación, frasquitos o una escultura miniatura de una pareja sentada en una banca, que me regaló como un recordatorio de cómo empezó nuestra familia.
Ese es el tipo de hombre que es Jason: llegó al ultrasonido de nuestro primer embarazo con flores. Es el tipo de hombre que, ya que siempre se despierta temprano, me sorprende los domingos en la mañana al hacer caritas felices con algo que se encuentre cerca de la cafetera: una cuchara, una taza, un plátano.
Es el tipo de hombre que sale de alguna tienda de autoservicio o gasolinera y dice: “Dame la palma de tu mano” y, voilà, aparece una bola de chicle colorida. (Ya sabe que me encantan todos los sabores excepto el blanco).
Supongo que ya saben suficiente sobre él como para darle “sí” a su perfil.
Esperen. ¿Ya mencioné que es increíblemente guapo? Voy a extrañar ver su cara.
Si todo les suena a que es un príncipe y nuestra relación es salida de un cuento de hadas, no están muy equivocados, con excepción de todas las posibles peleas pequeñas que surgen cuando vives con alguien durante dos décadas y media. Ah, y excepto esa parte de la historia en la que me dio cáncer. ¡Puaj!
En mi libro de memorias más reciente (que escribí antes de que me diagnosticaran), invité a los lectores a enviar sugerencias para que nos hiciéramos el mismo tatuaje, con la idea de que el autor y el lector estarían así unidos por medio de la tinta.
Lo dije muy en serio y pedí que los lectores se lo tomaran en serio también. Llegaron cientos de propuestas. Unas semanas después de haber publicado el libro, en agosto, una bibliotecaria de 62 años de Milwaukee llamada Paulette envió su sugerencia:
La palabra “más”. En uno de los ensayos del libro mencionaba que esa fue la primera palabra que dije (lo cual es verdad). Y, ahora, puede que sea la última (solo el tiempo lo dirá).
En septiembre, invité a Paulette a que se reuniera conmigo en un estudio de tatuajes de Chicago. Ella se lo hizo (era su primero) en la muñeca izquierda y yo me hice el mío en el antebrazo izquierdo, con la caligrafía de mi hija. Es mi segundo tatuaje; el primero es una “J” que he tenido en el tobillo desde hace 25 años. Probablemente pueden adivinar a qué se refiere. Jason también tiene uno, pero con más letras: “AKR”.
Quiero tener más tiempo con Jason. Quiero tener más tiempo con mis hijos. Quiero tener más tiempo para disfrutar de unos martinis los jueves en la noche en el Green Mill Jazz Club. Pero eso no va a suceder. Probablemente, solo me quedan algunos días como persona en este planeta. Entonces ¿por qué hago esto?
Terminé de escribir esto en el Día de San Valentín, y el regalo más genuino (que no sea un jarrón miniatura) que puedo esperar darle es que la persona apropiada lea esto, busque a Jason y empiece otra historia de amor”.