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Trump lucha contra arraigadas filtraciones de Washington

Donald Trump no es el primer presidente exasperado por las filtraciones.

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NUEVA YORK – Cuando el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, quiso combatir las filtraciones la semana pasada, reunió los celulares de sus asistentes para comprobar si se habían comunicado con reporteros. La operación no tardó en filtrarse.

No fue una gran sorpresa que Spicer perdiera el primer asalto contra el infinito juego de la información en Washington. Al intentar eliminar las filtraciones de fuentes anónimas, el presidente, Donald Trump, y su equipo están persiguiendo una de las prácticas más arraigadas de la política y el periodismo en Washington. Este fenómeno ha desvelado casos de corrupción, alimentado escándalos y difundido chismes durante décadas. Sin embargo, ha provocado varios quebraderos de cabeza al nuevo presidente, lo que hizo que Trump prometiera públicamente apenas unas semanas después de asumir el cargo que intentaría castigar a los “turbios informantes” en su gobierno. “Que se sepa su nombre”, dijo Trump el viernes antes de la Conferencia de Acción Política Conservadora, acusando a los periodistas de inventarse fuentes anónimas y artículos. Afirmó que los periodistas no deberían estar autorizados a utilizar fuentes “salvo que utilicen el nombre de alguien”. “‘Una fuente dice que Donald Trump es un horrible, horrible ser humano’. Que me lo digan a la cara”, afirmó. Sin embargo, el gobierno no ha aplicado las instrucciones de su jefe. Pese al descontento del presidente sobre las fuentes anónimas, varios miembros del equipo presupuestario de la Casa Blanca insistieron en mantener el anonimato para presentar las líneas generales del plan de gasto de Trump durante una conferencia telefónica. Los funcionarios ignoraron las peticiones de que la sesión informativa pudiera hacerse pública. Varias historias con fuentes anónimas han liderado la cobertura sobre Trump. Es el caso de las revelaciones de que el exasesor de Seguridad Nacional Michael Flynn mintió sobre sus conversaciones sobre sanciones con diplomáticos rusos, los detalles de conversaciones telefónicas privadas que mantuvieron líderes de Australia y México o los borradores de medidas como la detención de inmigrantes sin permiso de residencia. Trump no es el primer presidente exasperado por las filtraciones. Desde la publicación de los Papeles del Pentágono sobre la política en Vietnam, el escándalo del Watergate que le costó la presidencia a Richard Nixon o los archivos sobre seguridad nacional difundidos por Edward Snowden, la historia de Estados Unidos está llena de historias de mala conducta del gobierno que salieron a la luz a través de información proporcionada de forma privada a periodistas. “Las filtraciones son colosalmente importantes en la cobertura presidencial moderna y en la historia de Washington”, dijo Frank Sesno, ex redactor jefe de CNN en Washington y ahora profesor de la Universidad George Washington. Las fuentes tienen innumerables motivos para filtrar información, dijo Sesno. Quizá estén lanzando un globo sonda o frenando uno. Puede que no les guste la medida que se está considerando o quieren reportar una mala práctica. Quizá sólo quieren replicar a su jefe. Los periodistas prefieren fuentes que dan su nombre, puesto que dan más credibilidad a los artículos. Pero en temas importantes como la seguridad nacional, es comprensible que algunos insistan en mantener el anonimato, dijo el domingo Dean Baquet, director ejecutivo de The New York Times, al programa “Reliable Sources” de CNN. “Estas no son personas que nos lleven a un aparte porque quieren fastidiar a Donald Trump”, dijo Baquet. “Son personas preocupadas por la dirección del gobierno. Son personas que están corriendo riesgos al hablar con los medios porque creen que estas cosas deben quedar al descubierto. Y tengo que decir que en un gobierno que ha expresado tanto descontento con la prensa y tanto descontento con nuestra labor, ¿les sorprende que algunas de las personas que quieren criticar al gobierno quieran hacerlo sin asociar sus nombres? A mí no”. Las filtraciones han evolucionado más allá de las reuniones clandestinas en estacionamientos oscuros, aunque eso sigue ocurriendo. Dado que los informantes pueden verse identificados si emplean celulares proporcionados por el gobierno, periodistas y fuentes han acudido cada vez más a servicios cifrados de mensajería como Signal, que no aparecen en los registros de las operadoras de telefonía y con mensajes que pueden programarse para autodestruirse una vez leídos. Spicer llamó a su oficina al personal de comunicaciones de la Casa Blanca para expresar su frustración con las filtraciones no autorizadas a la prensa, según dos personas con conocimiento de la reunión pero que no estaban autorizadas a hacer comentarios de forma pública. El secretario de Prensa pidió a sus empleados que proporcionaran sus celulares personales y del gobierno para poder comprobar sus comunicaciones con periodistas. También les dijo que utilizar aplicaciones cifradas de mensajes era una infracción de la Ley de registros federales y llevó a representantes de la oficina legal de la Casa Blanca a la reunión, según una persona con conocimiento de la reunión. Esa persona dijo el lunes que Trump no había sido informado de la pesquisa. Spicer también pidió que no se compartieran detalles sobre la reunión con la prensa. Politico informó primero sobre la reunión el domingo. Sesno señaló que es probable que la lucha de la Casa Blanca contra las filtraciones se vea impulsada por una combinación entre el deseo de controlar el mensaje y el hecho de que el presidente es nuevo en Washington. Pero para alguien que conoció a Trump en otra época, es un tanto desconcertante. En la década de 1990, Trump fue con frecuencia una fuente anónima de información sobre su vida social y su serie de televisión “The Apprentice”, dijo la columnista de prensa Linda Stasi, que cubría a Trump para el New York Daily News y el New York Post. En una ocasión, Trump llamó y fingió ser otra persona que proporcionaba información sobre él. Stasi dijo haber reconocido su voz con facilidad. “Creo que le sorprendió descubrir que no era igual cuando hablas sobre las cosas más importantes del mundo, a diferencia de cuando su amante decía que tenía buen sexo con él”, comentó Stasi. Stasi dijo que se había llevado bien con Trump, aunque pensaba que la relación era más beneficiosa para ella que para él. “Cuando se trata de política, es un juego diferente”, dijo. “Se ha convertido en alguien a quien no conozco”.

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