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Bocadillos Lingüísticos: Al rey de España y a los miembros de la Irreal Academia Española

"Haiga no está ni bien ni mal", defiende la doctora Aida Vergne, profesora universitaria y lingüista.

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Hablemos de haiga, caida quien caiga. La forma verbal haiga, que tanto se escucha por ahí, no forma parte del paradigma del verbo haber. Lo correcto es haya, pero, como bien apuntaba María Vaquero, en nuestro idioma uno de los terrenos más resbaladizos es el uso de los verbos irregulares, haber, por supuesto, no es la excepción.

Andrés Bello dijo: conjugamos con el oído, no con la vista. Por lo tanto, es lógico suponer que en el presente del subjuntivo del verbo impersonal haber ocurra haiga por analogía fonética y morfológica con otras formas verbales similares. El hablante acomoda esa conjugación a otras con la que guarda una relación estrecha, como por ejemplo, caer-caiga, traer-traiga. De hecho, Ramón Menéndez Pidal nos dice que la fuerza de la analogía es mucho más activa en la conjugación verbal que en ninguna otra parte del dominio gramatical.

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Ralph Penny explica que había verbos en latín que respondían al patrón “añada /g/ a los verbos cuya raíz termine en /n/, /l/, /r/”. Este modelo continuó en expansión hasta el Siglo de Oro, añadiendo /g/ al radical de otros verbos, entre ellos los terminados en el sonido equivalente a “ll”. De ahí la evolución venia venga, teneam tenga, traho trayo traigo, vadam vaya~vaiga, habeam haya~haiga. Lo cierto es que las formas vaiga y haiga alternaban en el Siglo de Oro con vaya y haya, pero nunca llegaron a establecerse en la lengua estándar, aun cuando siguieron siendo utilizadas en la lengua popular (¡y hasta nuestros días!).

Manuel Álvarez Nazario, por su parte, también recoge a haiga como el producto de la analogía con otros verbos, como oiga, traiga y caiga, y añade que el haiga (y haigas, haigamos, haigan) de Puerto Rico se registra en el habla popular urbana y no solo en la rural. Estos usos fueron también documentados por Tomás Navarro Tomás y en la literatura jibaresca puertorriqueña. Haiga es, pues, una realidad de nuestra lengua. Se oye en la fila del banco, en el supermercado, en las oficinas. Este haiga arcaizante es más frecuente de lo que muchos desearían, pero vale la pena comprender por qué ocurre. Debemos saber, además, que palabras como haiga y muchas otras formas arcaizantes que subsisten en el español de Puerto Rico, son  correctas o incorrectas con respecto de la norma culta, o de la norma académica, y no necesariamente con respecto de la norma popular. Más aun, muchos de estos llamados errores lo que revelan es el carácter sistemático de la lengua y la competencia lingüística del hablante. Si de traer formo traiga, pues de haber formo haiga y ¡listo! Lamentablemente, no es así, pues la lengua está llena de irregularidades que tenemos que aprender por medio de la educación formal.

Este haiga arcaizante, producto de la fuerza que ejerce la analogía en la conjugación, no goza de prestigio lingüístico en Puerto Rico y está considerado un vulgarismo, aunque en el Siglo de Oro los hablantes alternaban entre haiga y haya sin ningún problema ni estigma. Así pues, y para que no “haiga” ninguna duda, haiga no está ni bien ni mal, sino que se aparta de la norma culta, de la norma académica, del modelo recomendado.   Aunque probablemente Cervantes lo empleaba y nuestros sabios abuelos campesinos también, en la norma culta actual, haiga es una variante estigmatizada y sin prestigio que, sin embargo, se renuncia a morir, gústele a quien le guste, y caiga quien caiga.

(Nota de la autora: versión original (sin editar) publicada por primera vez en 2010, en la desaparecida revista DILO de la Academia Puertorriqueña, antes de que me declararan “persona NON GRATA”, jajaja).

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