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Bocadillos Lingüísticos: EL PRIMERITO

La doctora Aida Vergne, profesora universitaria y lingüista, comenta algunas curiosidades del primer diccionario de español.

Doctora Aida Vergne Suministrada

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El primer diccionario de español fue el gran Tesoro de la Lengua Castellana o Española, en 1611, de Don Sebastián de Covarrubias. Y sobre el particular nos cuentan  Maldonado y Camarero que esta obra “es fuente inexcusable (…) para leer a nuestros clásicos (…)”. Covarrubias incluso pagó, él solito, la friolera de 22,000 reales a la imprenta (en cinco plazos). Su querido sobrino entregó 498 ejemplares a una librería. Y… ¿sabe cuánto tiempo esperó Covarrubias para cobrar por la venta de su diccionario? Once largos años.

Todavía hoy este diccionario es un verdadero festín de cómo la lengua no se está quieta. ¿Ejemplos? Pues en él encontramos testimonio de las vacilaciones vocálicas de la época, como en mesmo, distilar, monesterio, escuro, recebir, perficionar, etc. También, de la pérdida de consonantes: persinar, letor, perfeto, coluna, aciones, y otras. Saltan a la vista las contracciones de la preposición de, dellos, destos, y otras como esotros. Igual, cómo se posponía el verbo “haber” en algunas formas como “llevaros he” y la curiosa anteposición del artículo determinado entre adjetivos posesivos e indefinidos como en “el un nombre”. ¿Sigo? Pues sigo… Mire esta anteposición al verbo del pronombre personal de tercera persona como complemento directo: “no los haber hecho”. El diccionario de Covarrubias incluso mantuvo formas en desuso como agora, licuor, amplo, espongiosa, etc. Ya ve usted mi querido METRO letor; la lengua no hay quien la detenga.

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