Así debería llamarse el desenfrenado “Black Friday”. El Viernes Pavoroso, primero porque de alguna manera nos remite al pavo sabroso y oloroso del día anterior, por el cual muchos dan gracias y, segundo, por el pavor que causa ver las imágenes de la gente peleando por un televisor. Sepa mi querido lector que pavo y pavor no están emparentadas. Pavo fue en su momento pavus. El pavo moderno lo documenta por primera vez Nebrija. Su forma antigua y propiamente castellana, de acuerdo con Corominas, era pavón. Pero regresemos al pavor, que es ese horrible espanto, temor y sobresalto que sentimos ante el peligro. Pavor nos llega también del latín pavor, que, como vemos, no cambió su forma en su paso al español, por lo cual se cataloga como cultismo. Pavor es más bien un término literario, un tanto relegado a la lengua escrita, y hasta un poco anticuado. Hoy en día lo que tenemos es miedo ansiedad, estrés y, si sigo, no acabo. Nada, que de pavor tenemos a sus temibles derivados pavoroso y despavorido. Pavor llegó impávido (inmóvil, fresco y descarado) al español, que no es lo mismo que llegar sin pavo (terrible). Mi querido Metro Lector, disfrute su Día de Acción de Gracias, coma con mesura, dé gracias y cuídese del día pavoroso pues, mire qué curioso, pavimento también se deriva de pavor, que es donde posiblemente terminará la cara de muchos este viernes, el día pavoroso. ¡Hasta pronto! Gracias.
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