¡Buenos días, si es de día! ¡Qué gusto verlo por aquí! Y bueno, a lo que vinimos: hoy le cuento sobre el nacimiento de la letra G. Aunque usted no me crea, Carvilio se inventó la letra G añadiéndole un palito a la letra C. La historia pica y se extiende, pero eso lo dejamos para otro METRO Bocadillo, ¿oka?
Bien, regresando a Carvilio, tal invento, que debía resolver un problema, causó TRES. La idea era que la nuevita [g] representara un solo sonido, pero la cosa se complicó, como todo en la vida.
Y aquí está el METRO Bocadillo para desconfundir el tema (o confundirlo más…). La [g] latina sonaba igual siempre, pero nuestra [g] española lamentablemente NO. Ante las vocales a, o, u suena como la [g] que soñaba Carvilio. Pero frente a las vocales e,i, suena como jota [ge, gi ](dos sonidos muy distintos).
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¿Por qué? Ufff, por procesos evolutivos del paso del latín hacia el español. Nada, que se formó un rollo horrible, que no cabe aquí, y que desembocó en tres Ges: la ge, la gu_, y la gü_. Para que la g suene como [g] ante la e, i, TENEMOS que añadirle una u, como en GUITARRA. Esa u, NO SUENA, (la guitarra sí).
La u que se añadió resolvió el asunto y nos quedamos con ga gue, gui, go y gu. ¿Felices todos? Noooooooo. Nos dicen Lodares y Salvador que en la ortografía antigua no existía la diéresis. ¡Rayos y centellas! ¿Entonces? Calma, calma, que le cuento ahora…
Como la gue, y la gui, tenían una u muda, en el siglo 17 nace la linda diéresis, para hacer sonar a la muda u, y por supuesto, para evitar vergüenzas. Lodares cuenta una anécdota donde explicaban a los jóvenes españoles cómo ser buen torero: “El secreto de un buen torero está en las tres ges: gracia, garra y… güevos”, con refuerzo consonántico, por supuesto. Ya sabe… ¡A torear los recortes! ¡Feliz jueves a mis adorados Metro lectores!