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Cultura de la Cancelación: ¿Necesita ser cancelada?

La “cancelación” oscila entre la censura, entre lo simbólico y el gesto de cambio social de voces invisibilizadas. Pero hay contextos donde no hay matices.

cencura | cancelación | redes sociales iStock

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En los tiempos donde los reyes mandaban, torturar a los reos de la maneras más espantosas era un divertimento que daba beneficios: se le daba contentillo a un pueblo frustrado y furioso con quien fuera el criminal de turno, se sacrificaba a un chivo expiatorio y a las masas se les “mantenía” calmadas. En estos tiempos, lo equivalente podría ser el “cancelar” a personas, famosos, instituciones y marcas, pero invoca el hecho de sancionar social e incluso económica y laboralmente al “infractor” de turno.

¿Infractor de qué? Puede ser de comportamientos intolerantes en su presente y pasado. Racismo, clasismo, sexismo, homofobia… Y en esto caben desde grandes marcas hasta usted. Sí, también le puede pasar a usted, porque en redes el pasado no perdona y en esta nueva cultura de la cancelación tampoco se perdona al pasado mismo y por eso ya no se transmite Lo que el viento se llevó por su racismo (cuando es perfectamente producto de su tiempo) y en shows como Mad Men, donde los ejecutivos blancos, ricos y estadounidenses de la “Generación Silenciosa” hacen blackface, tiene que explicar en una larga introducción que no hacen apología a nada y sí enseñan sobre una época que ya no debería repetirse. Sí, hasta eso ha llegado la “cancelación”. Pero, ¿de dónde surgió? ¿Ha generado cambios y reflexión sobre nuestro pasado y cómo abordamos el presente?

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El término circula desde los años 80 y pasó a ser un término del slang cultural estadounidense que devino del Call-out culture, usado desde 2014 y que ha hecho parte del movimiento #MeToo. La activista Suey Park lo utilizó contra el show ultraderechista The  Colbert Report ese año, al usar el hashtag #cancelColbert, en contra del presentador Stephen Colbert por un tuit racista contra los asiáticos y en el ámbito afroamericano de redes sociales se popularizó, hasta que el diccionario Merriam-Webster definió el término como “el rechazo y boicot, así como el hecho de no apoyar más a una persona que ha tenido comportamientos controversiales”.

Y en Estados Unidos ha llegado a tal punto el debate que Obama, en 2019, se pronunció al respecto hablando de que la gente “podía cometer errores”, y Donald Trump comparó el fenómeno con el totalitarismo. Incluso hubo una carta abierta de  153 figuras públicas oponiéndose a esta narrativa. A tal punto ha llegado el análisis de esta cultura en redes, que una encuesta de este año del Centro de Estudios Políticos Estadounidenses de la Universidad de Harvard y Harris Poll mostró que el 64 % de los encuestados mostraba un incremento de este comportamiento como una amenaza de su libertad. Otro 36 %, en cambio, mostró que esto era un gran problema en contraste con un 32 % y 20 % que no le dieron importancia. Ahora bien, la “cancelación” es una respuesta natural a unas relaciones que ya no son verticales entre ciudadanía y entes y figuras públicas.

La “cancelación” y la cancelación

Esta cultura ha tenido picos importantes en contextos como el de Black Lives Matters y también en elecciones. Y no es un comportamiento estadounidense: en varios países donde han existido estallidos sociales y donde básicamente suceda algo que conmueva a la ciudadanía, se cuestionan los estamentos y se “cancelan” a las marcas, personas e instituciones poco coherentes con su presencia política y ontológica. Celebridades como J Balvin y Kanye West han sido “canceladas” por sus posiciones incoherentes. Pero la cancelación depende del lugar donde es enunciada: las Dixie Chicks, en 2003, antes del boom digital, fueron canceladas por su posición contra Bush y la Guerra de Irak, y la actriz Kathy Griffin por mostrar en Twitter a un Trump “decapitado” en 2017.

Un reciente ejemplo es el de Alexi McCammond, que hizo un video racista en Snapchat contra los asiáticos cuando tenía 17 años, y perdió su puesto como Editora en Jefe de Teen Vogue por esta razón una década después. Y, por otro lado, hay consecuencias económicas. Dolce & Gabbana, que hizo una publicidad racista contra su mayor mercado, China, en medio del escándalo no pudo filtrar los comentarios racistas de Stéfano Gabbana. Prácticamente sus ventas no crecen desde entonces en dicho país

Pero, ¿por qué las redes sociales a su vez se han vuelto un campo minado para muchos y puede incluso esto arruinarles la vida?

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“Se puede mezclar con linchamiento virtual. La cultura de la cancelación tiene que ver con el mismo comportamiento de la sociedad, en la que se excluye a una persona por considerar que va en contra de algo aceptado. Es lo mismo que pasa de manera física, pero se tiende a subestimar que lo virtual también corresponde a este escenario y que refleja las complejas relaciones humanas en torno al lenguaje. Y este lenguaje tiene mucha más amplificación en las redes sociales. Antes, por mucho que habláramos de nuestras ideas absurdas, no pasaban del grupo de amigos, en verdad. Ahora bien, el asunto es desde dónde te paras para ‘cancelar’ a quién. A Trump lo ‘cancelaron’ muchas personas, pero otras le apoyaban”, explicó a Metro el estratega digital Carlos García.

“Asimismo, lo que también es preocupante, es el linchamiento virtual. Acá vemos cómo las personas incluso nos unimos para sentirnos poderosos y parte de la manada. Ahora bien, no todos los linchamientos son iguales. Cuando ’linchas’ a un político corrupto, de cierta manera hay un fondo enorme de crítica hacia su comportamiento. Hay una crítica social y frustración. Pero por otro lado, el cuestionar cómo se ataca a esta persona: allá hay razón. Porque se deshumaniza el individuo y se pisotea. Y estos comportamientos también llevan a la censura y a la autocensura porque si llegas a tuitear algo mínimamente equivocado o censurable, puedes arruinar tu vida y perder tu trabajo”, explicó García, que si bien muestra que la “cancelación” es una consecuencia del cambio generacional y del cuestionamiento de conductas excluyentes y violentas  del pasado, puede ser un arma de doble filo. “No pensamos en quién es ‘cancelado’. En las consecuencias psicológicas. El acoso se magnifica tanto que no pensamos en cuando lo hacemos, porque creemos que lo virtual no tiene consecuencias. Pero lo vemos con los jóvenes, para ellos la tecnología ha sido todo su mundo. Y eso puede traer consecuencias fatales”, afirma.

“Cancelar” tiene una fina línea para el objeto de nuestro “cancelamiento”. Y no siempre funciona como quisiéramos. Y sobre todo, para todos los usuarios de las esferas públicas de las redes, es la herramienta más ominosa de autoedición en un tiempo donde cada cosa que se diga debe ser pensada dos veces o habrá consecuencias.

Apps y herramientas para que no le “cancelen”

Si posteó algo que puede arruinar su vida en un futuro, estas apps le pueden ayudar:

  1. TweetDelete: Te puede ayudar eliminando hasta 500 tuits al mes. Solo tienes que iniciar sesión y buscar palabras para que elimine la mayor cantidad posible de tuits. Puedes pagar incluso hasta $5.99 al mes para que examine todo tu historial y borre tuits de forma ilimitada.
  2. TweetEraser: Esta app incluso amplifica sus funciones, por $9. 99 al mes, para tres cuentas y 3200 tuits.
  3. Búsqueda avanzada en Twitter: También, puedes ir a la opción “Búsqueda avanzada” en Twitter y ahí puedes poner tu cuenta y eliminar tuits con ciertas palabras comprometedoras.
  4. Facebook: Lo que puedes hacer es ir a Registro de Actividad y en Publicaciones, busca el año de sus posts. También, en cada uno, puedes hacer click y cambiar la privacidad del post.

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