¡Dito sea! Mire, si no cambiara la lengua, este Bocadillo estaría escrito en latín culto. ¿Qué le parece? Locura total. Mi querido y amable METRO lector, las lenguas cambian en TODAS sus dimensiones (semántica: los significados; morfosintáctica, la forma interna de las palabras y cómo estas se organizan dentro de las oraciones; y fonética y fonológica, los sonidos de la lengua, y cómo estos se organizan para crear palabras). Como dice Mercedes Sosa, “cambia…, todo cambia”.
Así pues, menos el cambio climático, y las mutaciones del COVID, casi todos los cambios son buenos y obran para bien. Piénselo un poco… De otra forma, la vida, la suya y la mía, sería un paseo muy aburrido por esta tierra de mortales, ¿verdad? Entonces… Este Bocadillo es el primero de una serie donde vamos explorar, con una lupa pequeñita, los cambios fonéticos sistemáticos que ocurrieron desde que el latín vulgar le llenó la cara de dedos al latín culto… (dando paso a las lenguas romances, entre ellas, el español de nuestros días, que dicho sea de paso, sigue cambiando…).
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Le recuerdo que los puristas, que no saben nada de nada, odian los cambios, y piensan que la lengua se puede petrificar, o embalsamar como a un cadáver, y que así se verá más bonita. Pues NO. Una lengua calladita jamás se verá bonita. Más aún, las únicas lenguas que no cambian son las lenguas muertas, porque, pues, así están… muertas. Evitar el cambio es imposible, tan imposible como que usted y yo nunca nos pongamos ¿antiguos? Jejeje. Oka, empezamos entonces con un tipo de cambio fonético que los lingüistas llamamos ASIMILACIÓN (nada que ver con sus preferencias políticas).
La asimilación fonética es un cambio secuencial. No se asuste, que lo desyerbo ahora. De acuerdo con muchos estudiosos de la fonética histórica, la asimilación secuencial tiene el efecto de facilitar la articulación (es decir, la pronunciación de ciertas palabras). Así, bien llanito, es como simplificar los movimientos que usted hace con su boca o su aparato fonador para producir los sonidos y las secuencias de sonidos de una manera más facilita, con menos estrés, y sin que se le salga la saliva. Cálmese, que con un par de ejemplitos quedaremos todos felices, y asimilados.
La ASIMILACIÓN parcial que involucra el lugar o la manera en que usted articula los sonidos era, es y seguirá siendo muy común . A través del tiempo lo que fue una asimilación parcial puede llegar a convertirse en una asimilación total. Por ejemplo: todas las consonantes nasales se asimilan en su manera de articulación, a la consonante que le sigue. No es la misma N la de aNgar que la de dieNte. Una está atrás en su boca, y la otra justo detrás de sus dientes. ¿Angustiado? Sí, esa N también se articula en la parte posterior de su boca, por allá por el velo… Su lengua, anticipando la consonante siguiente, se mueve para ocupar el punto de articulación de ese sonido que le sigue a la nasal. Haga la prueba: diga angosto, pero con la lengua detrás de sus dientes. Oka, ahora diga diente con la lengua por allá por el velo del paladar. Se puede pero suena a cualquier cosa menos a diente. Sepa, mi querido lector que el caso de la N es muy famoso. Pero hay otras asimilaciones súper interesantes, como la asimilación, progresiva, regresiva y recíproca. Pendientes al próximo Bocadillo, donde recorreremos algunos cambios de asimilación. Del latín hasta nuestro amado español. ¡Hasta el próximo jueves!