Son muchísimas las construcciones coloquiales que nos ayudan a expresar con acierto lo que queremos decir en situaciones particulares. Me refiero a nuestro riquísimo repertorio de frases. Liscano nos ofrece algunos ejemplos que incorporan la palabra pie. Cuando no logramos dominar algo, pues, no damos pie con bola. También podemos usar el pie para provocar que ocurra algo cuando damos pie a algo. Si alguien está perdidamente enamorado de usted, se arrastra a sus pies. Si usted cojea del mismo pie que su vecino, comparten el mismo “defecto”. Los chapuceros hacen las cosas con los pies, mientras que aquel que no compara en talentos con otro, pues, no le llega ni a los pies. Si estamos arrastrando los pies, no tenemos muchos deseos o voluntad de hacer lo que hay que hacer. En cambio, el que goza de sentido común es aquel que tiene los pies en la tierra. Y cuando estamos a punto de lograr o alcanzar algo, tenemos un pie adentro. Lo antiguo es más viejo que andar a pie, mientras que el que está a punto de morir tiene un pie en el hoyo. Si, por desgracia, ya falleció, porque perdió el pie y se reventó, salió con los pies primero. Y si llegó hasta aquí, usted merece un pedicure pues leyó el Bocadillo de pies a cabeza. Mire todo lo que podemos decir con los pies.
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