El discrimen es brutal. Cuando algunos escuchan a otros decir íbanos y veníanos, lo menos que piensan es que son personas fronterizas, brutas.
Si usted es uno de esos que piensa así, ME PLACE informarle que el ignorante es usted. Y le explico para que salga de su oscurantismo lingüístico.
El “pecadillo” de las personas (¡son muchas!) que utilizan estas conjugaciones que se apartan de la norma (y que están muy estigmatizadas) es producto de la fuerza de la analogía. Ni son brutos, ni fronterizos, ni nada semejante. Estos hablantes, tan competentes como usted y como yo, asocian las flexiones del imperfecto con las del imperativo de nosotros cuando este lleva el enclítico -nos pegado a la palabra.
¿Por qué? Pues porque estas formas verbales también son esdrújulas, mírelas: alegrémo-NOS, vayámo-NOS, levantémo-NOS, sentémo-NOS y, por analogía, *íba-nos, *venía-nos y *estába-nos, entre muchas otras, esdrujulísimas todas ellas.
El proceso NO ocurre con las llanas de la primera persona del plural de otros tiempos verbales, como el presente del indicativo (habla-mos), el pretérito (comi-mos), el futuro (ire-mos), o el presente del subjuntivo (cante-mos), ¿VERDAD QUE NO? Ocurre solo en las formas esdrújulas, por la implacable fuerza de la analogía.
Sí, mi estimadísimo METRO LECTOR, el fenómeno está muy estigmatizado. Lo está tanto que a estos hablantes que utilizan estas formas los descartan en entrevistas de trabajo, aunque sean los mejores candidatos. ¿Mejor un labioso que un diestro? Yo conozco a muchos de verbo florido, que no tienen NADA EN EL COCO. Por eso, estamos como estamos.
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