Nos dice el gran Barcia que el tonto es el que no comprende mientras que necio es el que no sabe. Los tontos pueden, pues, trabajar, dormir, comer, etc. El necio, en cambio, “POR NO SABER NADA, no sabe que no sabe, y cree saber. De aquí viene que todo necio dice las mayores vaciedades con el mayor orgullo”. Al fatuo, que está lleno de presunción y vanidad ridícula, Barcia lo define como “el que habla sin tino […], habla sin decir, o dice lo contrario de lo que debiera expresar”.
Añade el gran Barcia que el necio es un tonto presumido y el fatuo es un necio insufrible. Tontos, necios y fatuos desprecian y miran por encima del hombro a sus semejantes por su forma “vulgar” de hablar. Si su verbo no goza de “prestigio social” usted será despreciado por estos tristes personajes. Si usted no habla como el tonto, el necio y el fatuo piensan que hay que hablar, lo tacharán de cualquier cosa.
Si su decir no es “culto”, si usted tiene acentos “ofensivos” y habla su español de Puerto Rico sin complejos lingüísticos, tontos, necios y fatuos harán fiesta con usted. Pero tranquilo, porque los tontos no comprenden; los necios no saben y los fatuos hablan sin tino. Barcia nos dice que “si existiera en este mundo el limbo, el purgatorio y la nada, el tonto debería ir al limbo; el necio al purgatorio; el fatuo a la nada, para que no tuviera a quien aburrir”. ¿Y el purista? ¡Ja! ¡A todas las anteriores!
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