Cálmese que no le voy a mentir.
Mire, lo que pasa es que hoy hablamos de las lindas paradojas, así que relájese y continúe con su Metro lectura hasta el final, a ver si es VERDAD. ¿Ya? Bien.
Las paradojas son expresiones contradictorias, independientemente de que los elementos que las compongan sean ciertos. ¿Turbado? Lo desturbo con un ejemplo: si yo digo “Esa persona es tan pobre que solo tiene dinero”, es claro que la oración anterior es una “contradicción”. Peeeeeero, en sentido figurado, es interpretada como cierta, porque nos referimos a otro tipo de pobreza; ¿me sigue? Pues sigamos. Hay muchos tipos de paradojas. Estas nos sirven para expresar cinismo o como enseñanzas, como por ejemplo, “vísteme despacio que voy de prisa”. La antonimia es clara; ir despacio porque hay prisa. Hay otras muy complejas, que no pueden probarse como ciertas y nos dejan en el limbo. Por ejemplo, “Si Dios es omnipotente, ¿puede crear una piedra que él no pueda levantar?” La contradicción es clara.
Otras resultan imposibles de probar como ciertas o falsas pues la respuesta contradice lo postulado. Este último es el caso de la paradoja del mentiroso: “Esta oración es falsa”. Fíjese; si la oración es falsa, entonces, lo que dice la oración es cierto, ¿no? Por otro lado, si “esta oración es falsa” es cierto, la oración es falsa. Es similar a decir “Yo siempre miento”. ¿Estoy diciendo la verdad? Mire, téngame fe, y no se rompa la cabeza. Lo cierto es que LO ESCRITO AL PRINCIPIO ES VERDAD. ¿O NO? ¡Usted dirá!