Estilo de Vida

Bocadillos lingüísticos: LA S INTRUSA

La Doctora Aida Vergne, profesora universitaria y lingüista, nos explica porque añadimos una S al final de los verbos.

Doctora Aida Vergne Suministrada

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Fuiste-s, viniste-s, y no te detuviste-s… Por favor, no infarte, que vamos con calma.

¿Por qué los hablantes, en lengua oral (y a veces en lengua escrita también) añaden una -S final a verbos que NO la llevan (o por lo menos todavía)? Porque, como bien dijo Don Andrés Bello, conjugamos con el OÍDO, no con la vista. Y la fuerza de la ANALOGÍA es mucho más activa en la conjugación que en ninguna otra parte del dominio gramatical. Así es.

Usted, como hablante competente de español, razona que esa -s debe ir ahí, y la añade porque conoce otras formas que sí la llevan. La analogía, unida a otra fuerza muy poderosa llamada hipercorrección, desata estos fenómenos que los que no son lingüistas llaman “errores”. Mire, no son errores. Son formas que se apartan de la “norma” actual. Por eso vemos constantemente verbos que se tuercen y se retuercen para seguir la analogía de otras formas del paradigma verbal con las que guardan una relación muy estrecha. ¿No me cree? La -S intrusa de dijisteS responde a la analogía con otras conjugaciones similares del modo indicativo que sí la llevan como en tú diceS (segunda persona del presente), tú decíaS (segunda persona del pretérito imperfecto), y tú diráS (segunda persona del futuro simple). Así pues, vamos alegremente por el mundo añadiendo eses y diciendo: dijisteS, fuisteS, vinisteS, comisteS, trajisteS… y ¡leísteS el Bocadillo de hoy! Mi querido Metro lector, lo importante no es el qué, sino el por qué.

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