Una mascarilla no es una máscara pequeña, de la misma forma que un calzoncillo no es un calzón pequeño. Lo mismo ocurre con bolsillo que no es un bolso pequeño ni sombrilla el diminutivo de sombra.
Si estas palabras no son diminutivos de esas otras, entonces, ¿qué son? ¿Qué pasó? Mi querido METRO lector, usted está ante un proceso muy productivo del lenguaje que se conoce como lexicalización. Sepa que hay de distintos tipos, pero el que nos ocupa hoy responde al proceso por el cual una palabra derivada adquiere independencia semántica de la palabra original. Vamos despacito…
Los diminutivos lexicalizados pierden el sentido inicial diminutivo que le daba el sufijo -illo/-illa, y adquieren un significado “especializado”, como el caso de la imprescindible mascar-illa, que se ha convertido en palabra única e indivisible, y que todos interpretamos como “objeto o trozo de tela o papel que se coloca sobre la nariz y la boca y se sujeta con una goma o cinta en la cabeza, para evitar o facilitar la inhalación de ciertos gases o sustancias”. ¿De acuerdo? Bien. Entre máscara y mascarilla hay una diferencia conceptual y semántica definitiva. Mascarilla se ha lexicalizado, se ha liberado, y ahora reina como palabra con significado propio; dejó de ser palabra compuesta (máscara + sufijo diminutivo-illa).
Otros ejemplos son coronilla, nada que ver con corona, pañuelo, que no es pañito, y maquinilla, redecilla, pepinillo, tortilla, lomillo, etc. Las palabras anteriores son unidades léxicas independientes. Por eso, si las busca en el diccionario, ¡las encuentra! Ojo: los diccionarios NO RECOGEN diminutivos; sí palabras lexicalizadas como mascarilla, que nos tiene hasta la coronilla y que, dicho sea de paso, estamos ansiosos por quitárnosla para salir corriendo al Beauty y que nos pongan la otra.
¡Usted sabe!
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