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5 telenovelas de Fernando Gaitán tan entrañables como Betty la Fea

¿Quién recuerda al fabuloso "Mendez" de "Hasta que la plata nos separe"?

Fernando Gaitán no solo deja al mundo dos grandiosas heroínas que cambiaron la telenovela y la forma en cómo la ficción latinoamericana veía a sus mujeres. “Betty” y “Gaviota” serán siempre amadas, recordadas, e inmortales. Pero otros personajes, de otras telenovelas hechas por el autor, merecen el mismo reconocimiento al contar esa vida laboral de muchos colombianos y latinoamericanos. Por esta razón, hacemos un conteo de otras producciones que fueron tan queridas como “Betty la Fea” y “Café con Aroma de Mujer” y que por su genial forma en que fueron contadas llegaron al corazón de muchos televidentes.

“Hasta que la plata nos separe” (2006)

Esta vez Fernando Gaitán no se enfoca en un personaje femenino como protagonista, sino en un héroe masculino de extracción humilde y digamos que muy poca suerte. Rafael Méndez, quien por un absurdo accidente, termina en un mundo bastante competido y caníbal: la venta de autos en concesionarios. Tendrá que someterse a las exigencias de una jefa tan neurótica como Armando Mendoza, Alejandra Maldonado, interpretada por la genial Marcela Carvajal. Como todos sus protagonistas, Méndez, a punta de labia y tesón no solo sale adelante con su deuda con Alejandra, sino que se convierte en un vendedor exitoso y en el principal interés amoroso de su jefa, quien comienza a reconocer que tras su exterior humilde hay alguien inteligente, leal, fiel e increíblemente valioso para ella. Como siempre, en las novelas de Gaitán todo es coral: en la oficina ya no hay un “Cuartel de Feas” sino un grupo lo más de dispar de compañeros arribistas, chismosos y leales de diferentes edades y extracciones que le dan mucho humor y cotidianidad a esta telenovela.

“Francisco el Matemático” (1999)

En una época en la que la televisión para jóvenes era contada desde lo delincuencial (“Pandillas, Guerra y Paz”) una serie por fin le atinaba a la realidad de muchos jóvenes colombianos que no eran como los chicos de Beverly Hills ni de colegio privado: los estudiantes del Jimmy Carter, colegio estatal, enfrentaban realidades como la violencia doméstica, la violación, el embarazo adolescente, las drogas alrededor de su sabio y paciente maestro, interpretado en su primera versión por el gallardo Luis Mesa, quien interpretaba al protagonista que le daba nombre a la serie. Ninguno de los personajes tenía menos peso que el otro: los estudiantes como “Mogolla”, “Fercho”, “Caballo” y “Magdalena” tenían historias entrañables con las que muchos jóvenes de aquella época se identificaban. Y el cuerpo de maestros y estudiantes tenía también sus propias líneas argumentales, que hacían que pudiéramos adentrarnos en sus historias.

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“Guajira” (1996) 

 

Gaitán ya había tratado en “Café” el amor irredimible de muchos extranjeros que vienen a Colombia con “Richard”, el ex novio inglés de “Paula”, que termina enamorado de una mujer local y del paisaje cafetero. Esta vez lo hace de la mano de “Helmut”, interpretado por Guy Ecker, quien se debate entre el amor de “Sonia”, mujer acomodada y “Úrsula”, wayuú interpretada por la jovencísima Carolina Sabino. La magia de la Guajira, el triángulo amoroso pasional, el choque de costumbres. Todo esto lo retrató magistralmente el libretista.

“La fuerza del poder”  (1993) 

 

Gaitán se enfoca esta vez en una historia de ambición y pasión y lo que pueden hacer juntas, sobre todo en los contextos rurales, historia común en muchos pueblos de Colombia. La historia de Pascual Mascarella, hombre hecho a sí mismo, podría bien ser una historia mil veces contada sobre nuestros grandes prohombres.

“Azúcar” (1989)

Esta vez todo se dirige a los ingenios azucareros del Valle del Cauca (Gaitán hace todas sus producciones, o casi todas, en las industrias boyantes de Colombia). La trama es tradicional, esta vez con un protagonista de raza mixta que será el desencadenante de la típica tragedia de maldición familiar. Pero fue una de las mejores telenovelas de una época en la que la épica era una constante en las producciones colombianas.

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