Así como ocurre con las mujeres cuando alcanzan ’la edad de los sofocos’, al llegar a los veintitantos, llega una menopausia en la que no no toleras más la muchedumbre, la música alta y los eventos sociales, la llaman: menopausia social
En la adolescencia no puedes esperar a cumplir la mayoría de edad para poder ser legal e ir de fiesta a los bares con tus amigas y ya en tus primeros veinte años, tienes toda la actitud de fiesta corriendo por las venas. Te desvelas, haces amigos por doquier, bebes hasta el amanecer y despiertas con una cruda que se cura en cuestión de minutos. La vida se trata de fiesta, socializar y que todos te vean envuelta en maquillaje y tus mejores telas, pero vamos, todo eso se acaba cuando pasas el cuarto de siglo (a algunos les pasa antes y a otros después).
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Y no es que sea regla, pero pasados los 25 años, una ya tiene más preocupaciones en la cabeza, entre el trabajo, las relaciones, las cuentas bancarias en ceros y en algunos casos, la maternidad. Prácticamente entras en una menopausia donde lo último que quieres hacer es salir de casa los fines de semana, hacer amigos o ponerte un mini vestido con los zapatos más altos que encuentres en la tienda.
No se trata de una condición médica como la menopausia donde se acaba la menstruación de la mujer por siempre, pero Amelia Diamond, autora en Man Repeller lo describe como:
El darse cuenta de que las cosas que solías considerar divertidas (ir de fiesta, jugar juegos de azar, conocer gente nueva a donde vayas, llegar tarde a casa, quedarte despierta para ver las puestas de sol solo porque sí) ahora sólo lo cansan y te provocan ansiedad y malhumor.
Yo lo describo como un fenómeno en el que el cuerpo y la mente ponen resistencia a soportar hablar con otros a través de la música a alto volumen en los bares o a aparecer en cuanta fiesta sea posible. A mí me pasa y no estoy ni un poquito triste por ello (¡benditas sean mis horas de sueño!).
¿Quieres saber si tu la padeces? Aquí algunas señales:
1. Cuando un amigo te envía un mensaje de texto para cancelar los planes que tenían de cenar, no te molesta, al contrario, lo tomas con calma y te pones a pensar en lo encantador que es pasar la noche en tu sofá viendo Netflix.
2. Más de dos bebidas no hacen que tengas una gran noche, al contrario, sólo te da sueño y una cruda de pesadilla al día siguiente (sí, con dos tragos).
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3. Si alguna vez asististe a todos los festivales de música de verano a kilómetros lejos de tu hogar, bajo el rayo de sol, con calor o bajo la lluvia y con cientos de personas sudando a tu alrededor, ahora es inconcebible. Por nada en el mundo gastarías en algo así.
4. Después de las 10:30 p. m., debes dedicar la mayor parte de tu capacidad cerebral a intentar no bostezar en presencia de los demás. En realidad, toda tu concentración está en aparentar que no tienes sueño cuando en realidad, te estás muriendo por dentro y no hay nada que desearías más que estar en cama. A algunas nos pasa desde las 10:00 pm…o antes. Sorry!
5. Lo primero que haces al ingresar a un bar es verificar que haya asientos disponibles. Sin asiento cómodo, no hay trato. ¿Recuerdas cuando podías estar toda la noche bailando, bebiendo de pie y socializando? Incluso podías sentarte en las escaleras o compartir el único lugar disponible con tu amiga. Hoy es inconcebible hacer todo lo anterior. Es más, te preguntas ¿por qué estarías en un bar a estas alturas de la vida?
6. Sentir “demasiado calor” o “demasiado frío” en un lugar es ahora un elemento decisivo para salir huyendo o soportar un poco más. Eso incluye el que haya demasiada gente que reduzca el aire disponible para respirar.
7. Te levantas temprano los sábados/domingos y eso te alegra porque no tienes cruda, puedes desayunar en paz y hasta te das el tiempo para hacer ejercicio. Lo último que quieres que te interrumpan la tranquilidad de tus mañanas.