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Comparten su pasión por la enseñanza

Con generaciones diferentes, madre e hija han dedicado sus vidas a impartir el pan de la enseñanza en las escuelas de Puerto Rico

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Más allá de la satisfacción que puede sentir una maestra al ver sus estudiantes convertidos en profesionales, ciertamente esa dicha aumenta al saber que sus hijos y nietos le siguen sus pasos al desarrollar la misma pasión por la docencia.

Marta Isabel López Bonilla, maestra retirada luego de 36 años en escuelas de Canóvanas, es la primera de lo que podría convertirse en una generación extendida de docentes, ya que su hija, Yisenia Sosa López, también es educadora, y su nieta, de once años, lleva en la sangre la pasión por el pan de la enseñanza.

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Con una comparación entre los escenarios del pasado —en los que ella trabajó— y del presente, en el que se desempeña su hija, López Bonilla aún imparte su sabiduría para reflexionar que, sin que importen los tiempos, el magisterio “hay que llevarlo en el corazón”.

“Yo hacía exámenes recortando letrecitas, porque siempre me gustó lo mejor para mis estudiantes. Uno tiene que hacer lo mejor. Ahora hay mucha tecnología, máquinas, fotocopiadoras”, comparó la educadora de Inglés y Estudios Sociales. No obstante, reconoció que, así mismo como ahora hay amplia tecnología, de igual forma su hija se esfuerza en buscar el material y recursos visuales para presentar en proyectores y computadoras. La jubilada asegura que dice a su hija “que sea ella, que siempre tiene que partir de la premisa de que el que ella está educando no sabe, para poder llegar a ese estudiante. Además, que tiene que florecer. No es fácil, pero hay que florecer donde Dios te ha puesto”.

Aunque desde que López Bonilla comenzó en 1971 daba clases a niños, incluyendo a sus cuatro hijos y dos de sus nietos, pocos años antes de retirarse de la docencia impartió cursos de alfabetización a ancianos. Desde 2006 ya no trabaja como maestra, pero enseña a leer a cada uno de sus nietos antes de que comiencen sus clases. “Mis últimos cinco años coincidimos trabajando, aunque no en la misma escuela. Mi hija trabaja en la escuela cerca de mi casa donde yo estudié”, contó la maestra jubilada, al reconocer que ser educador, actualmente, se ha tornado difícil. Sin embargo, supone que su hija lleva —al igual que ella— la instrucción en el corazón.

Para su heredera, la experiencia de su madre es una inspiración que le ha servido para desarrollarse en la sala de clases durante 15 años. “Mi mamá siempre me dio buenos consejos, dice: ‘Nunca dejes de hacer tu trabajo. Enfócate siempre en tus estudiante. Piensa en que muchos estudiantes se quedan con la enseñanza que tú les das en la clase y no tienen padres que se sienten con ellos a estudiar’. Me daba ideas de actividades”, explicó Sosa López, quien da clases de Ciencias a niños de la escuela Jesús T. Piñero en Carolina. Relató que siempre dijo que no sería maestra. Sin embargo, cuando estudiaba Ciencias en la Universidad de Puerto Rico, tomó dos cursos lectivos en Educación que despertaron en ella el interés que siempre había tenido por la enseñanza. “Yo decía que jamás iba a ser maestra, porque veía los sacrificios de mi mamá”, confesó la profesional que cuenta con una maestría en Currículo.

Sosa López expuso que, para su sorpresa, su hija de once años comparte el amor por la enseñanza. “A ella le gusta mucho la clase de Inglés, y el bachillerato principal de mami es en Inglés, y ella está como yo era de niña. Por ejemplo, todos los papeles que mami botaba yo los recogía, decía que no iba a ser maestra, pero la ayudaba a corregir exámenes, era loca con ir a ayudarla”, manifestó la actual maestra de cuarto a sexto. Explicó que, cuando ve su comportamiento, recuerda cuando era niña, que le apasionaba ayudar a sus compañeros y explicarles. Entretanto, a otro de los nietos de López Bonilla le gusta la Historia, por lo que ella visualiza que, tal vez, se pueda dedicar al magisterio en algún momento.

“Mi mamá para mí es mi mayor ejemplo. Además de que fue mi maestra de primer grado, vi su dedicación con sus estudiantes, que aprendieran a leer, sumar, restar, las destrezas, para que fueran personas de bien. Cuando salgo con ella y vemos personas que dicen ‘Missi’, no sé si es a ella o a mí, y cuando llegan, es donde ella. Son profesionales y ella se siente orgullosa, para mí ella es mi modelo a seguir porque quisiera algún día verlos así, a mis estudiantes, y eso es un orgullo para uno. Quisiera, cuando tenga su edad, ver estudiantes así”, reflexionó Sosa López sobre cómo su madre representa para ella una inspiración.

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