Cuando Teresita Vázquez Fontánez se sometió a una operación de extracción de vesícula hace cinco años, no imaginaba que ese suceso cambiaría su vida para siempre. Ante una señal, el doctor que la operó en aquel momento decidió realizarle una biopsia al hígado de Vázquez, que confirmó su sospecha.
“Entonces reunió a mi familia y le dijo que yo tenía cirrosis en el hígado”, relató Vázquez, de 65 años.
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El diagnóstico la tomó por sorpresa. No consumía bebidas alcohólicas, no fumaba y se describió como una mujer tranquila, que se había dedicado toda su vida al oficio del hogar.
De acuerdo con el Instituto Nacional de las Ciencias (NIH, por sus siglas en inglés), la cirrosis es la cicatrización y el funcionamiento deficiente del hígado, como resultado del daño crónico hepático causado por una enfermedad prolongada. Las tres causas más comunes de la enfermedad crónica del hígado en Estados Unidos son la infección por hepatitis B o hepatitis C, alcoholismo y acumulación de grasa en el hígado, cuya causa no es el exceso de consumo de alcohol. Este último fue el caso de Teresita.
“Hay una fila y es la peor fila en que tú puedas estar. No es de gasolina, no es esperando una fila para pagar algo, es la fila de la vida. Mi meta es el órgano, y de aquí allá usted sabe lo que puede ocurrir”, expresó James, hijo de Teresita.
“A todos nos tomó por sorpresa en casa y ha sido un proceso bien fuerte para mí, para mis hijos, especialmente ellos, que están bien pendientes a mí, están siempre ahí conmigo mano a mano, no me han dejado”, expresó Teresita, en entrevista exclusiva con Metro.
La enfermedad comenzó a reflejarse de inmediato en su estado de salud. “Las várices, la debilidad, el cansancio, los mareos excesivos, las náuseas, la falta de apetito, sueño extremo, frío, sangrados”, describió Albert Alejandro Vázquez, el mayor de los dos hijos de Teresita.
“Mami es una persona ama de casa, de esas amas de casa que dice: ‘Vamos a limpiar todo el mundo aquí, a recoger’, esa fue mi juventud, ‘Vamos a recoger y vamos a hacer esto’”, recordó Albert, de 41 años, al tiempo que habló sobre el proceso degenerativo y la merma, de los cuales ha sido testigo.
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“Ese momento ya tú lo ves, ves ese cambio, la merma, hasta que llegamos a este punto”.
Desde enero, Teresita es una de las 19 personas en la lista de espera de un trasplante de hígado, según los datos provistos por el Centro de Trasplante del Hospital Auxilio Mutuo, donde la mujer recibe atención médica.
Fue hace un mes, aproximadamente, cuando por primera vez el hígado de un donante pareció ser viable para sustituir el de la junqueña. Sin embargo, se trató de una falsa alarma. Luego de eso, el alto nivel de amonio en la sangre provocó que la mujer tuviera que ser hospitalizada de emergencia. Contrario a otros eventos de crisis, esta vez Teresita alcanzó un estado de inconciencia.
En espera de un órgano, “la peor fila”
Dos días después de haber perdido la conciencia por causa del alto nivel de amonio en la sangre, Teresita despertó. Junto a ella estaban sus dos hijos, James y Albert.
“Ella abre los ojos y me hizo esa pregunta: ‘¿Comiste?’”, relató Albert. Fue uno de esos momentos en los que el quebranto pudo, brevemente, más que la fortaleza. El menor de los hijos salió del cuarto para componerse. En medio de la alegría de ver a su madre consciente, lo conmovió la preocupación de ella sobre sus hijos y su familia.
A pesar de las circunstancias, el proceso que han vivido Teresita y sus dos hijos fue descrito por ellos como unificador y de purificación.
“Ella hizo bastante. En mi caso, que yo era asmático crónico, esa señora madre, ahí siempre al lado mío, yo sé que ella pasó mucho… Le estoy, no recompensando ni pagando, estoy cumpliendo con mi deber como hijo, y voy a estar al lado de ella hasta llegar a esa meta, y no solamente a esa meta del trasplante, sino continuar para que ese órgano continúe ahí funcionando como debe ser”, afirmó Albert, de 38 años, convencido de que llegará el hígado que necesita su madre.
No hay forma de determinar cuánto más puede soportar el hígado de Teresita, antes de que llegue un sustituto. Tampoco hay manera de saber el momento exacto en que llegará el donante. Entre una cosa y la otra viaja la incertidumbre, pero aún así los sostiene la convicción de que el trasplante llegará antes de que sea demasiado tarde.
“Hay una fila y es la peor fila en que tú puedas estar. No es de gasolina, no es esperando una fila para pagar algo, es la fila de la vida. Mi meta es el órgano, y de aquí allá usted sabe lo que puede ocurrir”, expresó James.
“En víspera del Día de las Madres, yo siempre he creído que esta lucha que tenemos es el mejor homenaje que uno le puede dar a una persona como mami. Es el mejor homenaje, estamos aquí”, reflexionó.
Aún en las circunstancias que atraviesa, el corazón de Teresita debate entre la urgencia de un donante y el hecho de que eso significa que otra vida ya no esté.
“Esperamos en ese Padre que está en el cielo que aparezca un donante de hígado, aunque es duro decirlo también, porque son personas”, expresó la también abuela de tres nietos, al tiempo que agradeció a las esposas de sus hijos y a su esposo, Roberto Alejandro —de 69 año—, quien está a su lado hace más de cuatro décadas. La familia ha sido su mayor sostén.
Mientras avanzaba la conversación, Teresita manifestó que, con su relato, más que un donante para ella misma, esperaba concienciar a quien leyera estas letras y que puedan salvarse más vidas.
Según datos de la Red Nacional de distribución de órganos (UNOS, por sus siglas en inglés), cada 10 minutos una persona se suma a la lista en espera de órganos y 22 personas mueren cada día esperando un trasplante. “Son cifras dramáticas”, puntualizó el doctor Juan Del Río, director clínico del Centro de Trasplante del Hospital Auxilio Mutuo.
“Este año ha sido muy lento. El año pasado se trasplantaron alrededor de 36 pacientes y, actualmente, llevamos 11. Ha disminuido la donación en Puerto Rico, o los donantes, más bien”, añadió Jackeline Vázquez Correa, coordinadora de trasplante de hígado del Centro del Hospital Auxilio Mutuo, que recientemente lanzó la campaña “Mueve la fila, dona vida”, con el objetivo de crear conciencia sobre la necesidad de la donación de órganos.
De acuerdo a UNOS, en Puerto Rico hay 418 personas en espera de trasplante de órgano en total, al cierre de esta edición. Además de las 19 vidas en la lista de espera de hígado, 394 en espera de riñón, 13 más en espera de riñón y páncrea y 4 en la lista de trasplante de corazón.
Según cifras de la Red Nacional(al cierre de edición), en los Estados Unidos:
- 114,783 personas necesitan un trasplante de órgano para salvar su vida
- 74,862 son candidatos activos en la lista de espera de trasplante de órgano
- 8,510 trasplantes de órganos han sido realizados en los Estados Unidos, hasta el 7 de mayo de 2018
- 4,109 es la cantidad de donantes registrados, hasta el 7 de mayo de 2018
“Papito Dios es el que me da la fortaleza. Mis hijos, mis hijos son especiales para mí. Ellos han tenido una lucha muy grande conmigo”, manifestó Teresita.
“A veces, se lo digo a ellos: ‘Tienen que estar preparados para cualquier cosa, porque uno nunca sabe’. Yo he tenido muchas crisis fuertes y ellos me dan siempre ánimo, me dicen: ‘Mami, vamos pa’ lante, vamos pa’ lante, no va a pasar nada’. Pero yo les digo que tienen que estar bien preparados para cualquier cosa, que no tienen ni que llorar, porque ellos han sido demasiado buenos”, puntualizó.
Si usted desea convertirse en donador de órganos, puede visitar el portal cibernético www.lifelinkfoundation.org. De acuerdo a datos de UNOS, solo un donante de órganos puede salvar ocho vidas.
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