Estilo de Vida

El Cambio Climático al que no podremos adaptarnos

Somos más vulnerables si se habla de Cambio Climático y salud mental.

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El desastre de Mocoa, Colombia, que mató a 316 personas el pasado 31 de marzo, no solo se debió al abandono estatal. Tal y como lo mencionó la institución ambiental Corpoamazonía en su momento, aparte de la topografía del lugar, la deforestación y la ganadería extensiva contribuyeron que los deslizamientos fueran más destructivos. Y, aunque el desastre se había anunciado hace mucho, fue desoído por las autoridades y por supuesto, la población más vulnerable pagó las consecuencias.

Pero Mocoa solo es la punta de lanza y las cifras respaldan un fenómeno creciente: según el informe de 2015 de la Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres, nueve de cada diez desastres naturales se relacionan con el Cambio Climático. 98,6 millones de personas se vieron afectadas por el clima ese año y tuvieron que desplazarse o lo perdieron todo. Eso, por supuesto, aumentó la desigualdad y también la situación de vulnerabilidad y desarraigo como producto de todo aquello. Hace nueve años, hasta 20 millones de personas pudieron ser desplazadas por este fenómeno, que se duplicó en los últimos veinte años, al pasar de 200 desastres naturales registrados anuales a más de 400 al año.

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Las secuelas de ser un sobreviviente

Un reporte de 2014 escrito por la Asociación Psicológica Americana, Climate for Health y ecoAmerica mostraba precisamente esas secuelas a largo plazo y esa sensación de incertidumbre que sobrevenían como producto del trauma y del shock. Por supuesto, todo lo engloba el síndrome de estrés postraumático, que causó varios suicidios por parte de los sobrevivientes del Huracán Katrina, como se mostró en dos estudios de 2008 y 2013. Luego de lo que pasó, el ratio de suicidios se duplicó. Uno de cada seis residentes fue diagnosticado con estrés postraumático. Adicionalmente, el 49% de los sobrevivientes sufrió de trastorno de ansiedad. Esto pasó también con el Huracán Sandy y con los incendios que azotaron el país. Sin contar lo que pasa cuando el sobreviviente pierde todo lo que tenía antes del desastre natural, como posesiones, trabajos y miembros de la familia.

Completa el cuadro que, al muchas veces los estados no tener la capacidad de atender la salud mental del grueso de la población que ni siquiera ha sido afectada por este problema, el afectado por estas catástrofes naturales se ve relegado a lidiar con las consecuencias de lo que ha pasado en lugares donde no tiene apoyo o sentido de comunidad alguno. “Si el Cambio Climático se niega en los gobiernos, no se puede esperar mucho de la gente que aún no entiende el fenómeno natural en toda su magnitud”, explica Manuel Rodríguez-Becerra, profesor de Administración de la Universidad de los Andes y primer Ministro de Ambiente en Colombia. “El fenómeno es muy segmentado. Sí hay una parte de la población que piensa que el Cambio Climático es un problema y en eso ha existido una campaña exitosa. Pero mucha gente no alcanza a ver los alcances de esto y para los legisladores no incluirlo en la agenda no representa algún costo político”.

Por otro lado, otros estudios revelan que más allá del desastre, las nuevas generaciones se sienten impedidas de cambiar todo lo que sucede a su alrededor, como explicó Glenn Albretch en su estudio de 2011, con el término “ecoansiedad”. Por eso, de alguna manera, algunas ciudades y comunidades han tratado de incentivar políticas públicas que se incentiven la sostenibilidad y que traten de involucrar a la gente, así sea con acciones cotidianas, en un fenómeno que puede llegar a afectarlos en los próximos años, así sea con detalles cotidianos que puedan pasar inadvertidos.

 Q&A

 “Los fenómenos naturales suceden todos los días. Hay que saber cómo afrontarlos”

¿Por qué siguen sucediendo las mismas tragedias con el Cambio Climático?

Hay que aclarar que el Cambio Climático es un fenómeno global y natural. Es un cambio en el clima que sufre la Tierra y lo reconocemos como un fenómeno humano, porque este, por su actividad industrial, aceleró estos procesos. Por eso tenemos fenómenos naturales más fuertes, más intensidad de la lluvia, oleadas de calor más intensas, radiación mayor, etc. Esto se vuelve un proceso natural y cuando un grupo de personas no está preparado para afrontar estos cambios, esto amenaza su bienestar y podemos verlo con Katrina o el Putumayo. Ahora, asociamos que cualquier fenómeno natural es un desastre natural. En Japón todos los días tiembla y no se produce un desastre así. La comunidad, dentro de los parámetros generales, está preparada social y económicamente para recuperarse y enfrentar el fenómeno.

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¿Cuál es la raíz de los problemas mentales – y por ende sociales- que llegan a tener los damnificados de un desastre natural?

Un contexto es distinto de otro y de esta manera afecta al ecosistema circundante. Una persona que vive en playa tiene un impacto distinto a uno que vive en montañas. Bajo esa dinámica, el desarrollo y bienestar no son iguales, pero sí el acceso a los servicios básicos, como el vestuario, la seguridad, la comida, la educación. Eso es bienestar en un nivel general. Cuando se pierde eso comienzan los problemas. Si soy un padre de familia que depende del cultivo de tomate y un fenómeno natural se lleva todo, ahí empiezan los problemas, que pueden terminar en episodios como el suicidio, o los problemas entre comunidades, o incluso la violencia. Si tres comunidades usan el río para varias cosas y no se ponen de acuerdo cómo usarlo, tendremos esas problemáticas también.

Es decir que por pensar en ese ideal antiguo de “desarrollo”, muchas comunidades sufrieron.

Exacto. El concepto de desarrollo cambió. Hasta los años 80 el desarrollo era igual a la cantidad de PIB. Pero ahora cuentan también la escolaridad y esperanza de vida. Ahora, tenemos un común denominador en todos los desastres, donde siempre los más afectados son las personas en situación de vulnerabilidad y pocos recursos. No solo por carecer de capital sino de este bienestar que mencionamos. Estas comunidades terminan viviendo en zonas de alto riesgo, en ríos y laderas y no son capacitadas para cambiar su modo de vida. No se puede controlar la amenaza, pero se puede gestionar la vulnerabilidad, ya que cuando alguien está así, aumenta su nivel de riesgo. Cuando se vive cerca a un río, cuando hay baja escolaridad, cuando su capacidad personal y ecológica para afrontar un cambio drástico es baja, aumenta su vulnerabilidad considerablemente. Cuando pasa el desastre, se termina con consecuencias lamentables. Y todo depende de la capacidad de las comunidades para afrontarlo.

Jeferson Galeano, profesor Educación Ambiental, Universidad de la Sabana (Colombia)

 

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