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Alarmante la resistencia a los antibióticos a nivel mundial

Panorama. Expertos coinciden en que el uso desmedido de los antibióticos y el no seguir el tratamiento como fue prescrito es lo que ha llevado a que las bacterias desarrollen resistencia

“La industria farmacéutica no está al paso creando antibióticos nuevos; la razón es que los recursos de desarrollo son menos y el costo es altísimo”, Raymond Sepúlveda, doctor y director médico del Hima San Pablo de Cupey

Los antibióticos son cada vez menos efectivos porque las bacterias causantes de una gran lista de enfermedades desarrollaron resistencia a estos,  lo que levanta una sería preocupación a nivel mundial ante la falta de opciones para mitigar las infecciones bacterianas.

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De acuerdo con la decana de la Escuela de Farmacia del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, Wanda Maldonado, uno de los factores que provocó que los niveles de resistencias sigan aumentado fue el uso excesivo durante el siglo XX.

“Se generaron una gran cantidad de antibióticos que tuvieron un impacto significativo en muchísimas condiciones infecciosas. De igual manera, se desarrollaron tantos antibióticos que el uso fue bien desmedido y un poco indiscriminado y eso ha resultado muchas veces en que se han  desarrollado unos patrones de resistencia que se han diseminado de forma mundial. Por ejemplo, la penicilina, cuando se desarrollo en la década del 40, los staphareus eran susceptibles a la penicilina, ya para el 46 el 14 % era resistente y hoy en día el 90 % son resistentes a la penicilina. Y así sucesivamente hemos visto cómo otros organismos han desarrollado patrones de resistencia”, detalló Maldonado.

Otro de los factores que contribuye a esta situación es que los pacientes no culminen el tratamiento.
“Se realizan estudios clínicos para determinar el tiempo y la cantidad del antibiótico y al dejar el tratamiento muchas veces eso puede predisponer que una porción de la población de esa bacteria muy fácilmente pueda desarrollar resistencia a ese antibiótico, entonces ese tratamiento no sería efectivo para combatir esa bacteria. Además, con esas bacterias estamos desarrollando unas cepas con una resistencia que ahora  es nueva, una resistencia adquirida que entonces se pueden propagar a través el medioambiente”, apuntó la decana, quien precisó que es ahí que se convierte en un problema de salud pública.

Por su parte, el doctor Raymond Sepúlveda explicó que los antibióticos son para combatir infecciones bacterianas y que usarlos para combatir virus puede ser contraproducente.

“Cuando nosotros utilizamos los antibióticos para infecciones virales, ya estamos creando un problema al antibiótico y al paciente y estamos favoreciendo a la bacteria porque el antibiótico va a estar actuando sobre las bacterias normales del cuerpo. Es entonces que se crea una resistencia al antibiótico en ese ser que nunca tuvo una infección bacteriana”, precisó el galeno.

Sepúlveda precisó, además, que el abandonar los antibióticos es detrimental para la salud y sus consecuencias van de lo más simple a lo más complejo. “Esa bacteria creó una resistencia y sigue reproduciéndose en el cuerpo. De lo más sencillo es tener un poquito de fiebre, náuseas, dolor de cabeza y hasta cansancio, eso es de lo mínimo.  ¿Y qué es lo más grave? Lleva a que podamos tener una infección generalizada de sangre, lo que coloniza todo el organismo que entra en una sepsis, una infección que afecta todos los órganos. Por lo tanto, de una infección de piel o una infección de garganta paso a tener fallo cardiaco, puedo tener daño cerebral, ya que se puede desarrollar una encefalitis… Entonces me complicó todo el sistema por una bacteria que ya no puedo combatir”, apuntó el director médico.

Ante esto, ambos expertos recomiendan a la ciudadanía que culminen sus tratamientos, que descarten el sobrante si por razones médicas lo suspendieron, no aceptar antibióticos de otros y no automedicarse.

Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que si no se toman cartas en el asunto, el mundo se dirige a “una era posantibióticos”, en la que enfermedades comunes y heridas menores tratables por décadas pueden empezar nuevamente a matar. Por esto, delinearon un plan dirigido a  mejorar la conciencia y el conocimiento sobre la resistencia antimicrobiana, reforzar la vigilancia y la investigación, reducir la incidencia de la infección, optimizar el uso de medicinas antimicrobianas y asegurar una financiación duradera.

Consecuencias de restarle importancia al tratamiento Maia Blazevic jamás pensó que dejar un tratamiento de antibióticos a medias podría tener unas consecuencias tan graves como las que le tocó vivir. Y es que a sus 19 años, luego de ser operada de los cordales, sin percatarse suspendió los antibióticos que le habían recetado para el proceso de sanación de la operación, lo que provocó que una bacteria le entrara en la sangre y comenzara a afectar los órganos principales. “Me dio lo que se llama el síndrome de Lemierre, que es una bacteria anaeróbica que vive en la boca y que coaguló en una de heridas (de los cordales) y como no me había terminado los antibióticos, tenía las defensas bajas, por lo que la bacteria se me metió en el flujo sanguíneo. Cuando entra al flujo sanguíneo, te ataca todo el cuerpo”, relató Blazevic, quien estaba de vacaciones en Miami cuando los síntomas del síndrome comenzaron a reflejarse, por lo que su familia tuvo que viajar desde Puerto Rico.  A raíz de esto, su cuerpo comenzó a dar señales de que algo no andaba bien. “Me dio un shock séptico, comencé a temblar de pies a cabeza, la fiebre pasaba los 40 centígrados (104 oF). Los médicos pensaban que era dengue, ya que desconocían que me habían operado los cordales. Próximo paso, me dejan en observación porque los análisis no decían nada. Al rato, la inflamación del cuello era impresionante, me enviaron a intensivo, casi me hacen una traqueotomía, pero bajó la hinchazón. Para atacar todo esto, comenzaron a usar dos de los antibióticos más potentes que tenían al mismo tiempo. Ya para este momento me había visto un internista, un neumólogo —porque me sacaron un litro y medio de agua del pulmón— y un cardiólogo porque poco a poco el cuerpo iba haciendo un shut down de los sistemas más importantes. Estuve en intensivo cinco días y luego en unidad coronaria para ver cómo el corazón estaba trabajando. Ya en tres semanas no había rastro de la bacteria en mi cuerpo, pero sí había bajado de peso y me veía gris”, precisa la joven de 29 años al destacar que poder  recuperarse “fue bastante milagroso”. Basada en su experiencia, la joven madre hace un llamado a que no abandonen los tratamientos, ya que es parte de un proceso cíclico y no todos logran ganarle la batalla a una bacteria que ataque el flujo sanguíneo. “Primero, que si comienzas un antibiótico y lo dejas, le creas a tu cuerpo el anticuerpo de ese antibiótico. Ya después el antibiótico quizás ni te funciona. El antibiótico, como cualquier otra cosa, produce un proceso de sanación para tu cuerpo, le da a tu cuerpo algo que no tiene para poder sanar algo. Si tu interrumpes ese proceso en el momento en que te sientes bien, no permites que ese proceso se termine. Lo que tú sientes no siempre va de mano con lo que tu cuerpo necesita. Hay que respetar los tiempos de esos antibióticos, de esos procesos que tienes que pasar para sanar algo. Hay que tener conciencia de que no lo sabemos todo, si vos no sos médico y no sabés cómo funciona, tenés que creer y entender que tenés que hacerle caso al médico”, concluyó. Al día de hoy, Maia está completamente saludable, es madre de tres niños y vive en Argentina.  

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