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Después de un comentario comprometedor, cuando cruzamos miradas con la persona que nos atrae o simplemente porque sí, el sistema nervioso simpático (Sí, así se llama) se hiperactiva. El corazón se acelera, el calor inunda la cara y llega hasta las orejas y … ahí está el rubor facial; una expresión incontrolable, imposible de fingir y sin equivalente en otros animales.
¿Por qué nos ruborizamos? Laureano Molins, jefe de cirugía torácica del Institut Clinic del Tórax del Hospital Clínico de Barcelona menciona “Sabemos que el rubor lo provoca una hiperactividad del sistema simpático que dilata los vasos sanguíneos faciales. Normalmente hay un disparador que es una situación incómoda, pero todavía no se sabe por qué pasa”. comentó a la agencia de información científica SINC.
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Sin embargo, se han hecho interesantes descubrimientos al respecto. Uno de ellos es que las personas que se ruborizan son más atractivas y dignas de confianza; según comenta Peter J de Jong, profesor de psicología experimental de la Universidad de Groninga en Holanda: “tras una transgresión, percibimos como más empático y digno de confianza a alguien que se pone colorado”, explica en su libro The psycological significance of the blush.
No todo es lindo cuando hablamos de ruborizarnos
Eritrofobia es el miedo a ponerse colorado, un miedo que es capaz de provocar ataques de ansiedad ante tal situación: “Trabajo en una fábrica y al mediodía nos juntamos todos los trabajadores en el comedor por lo que, el peor momento era el de sentarse en la mesa. Llegué a comer sola en el baño y a medicarme una hora antes para intentar tranquilizarme”, explica Jan a SINC. Ella es una de las personas que se han sometido a una operación para dejar de ruborizarse.
Esta operación lleva haciéndose casi cien años y en su inicio tenía como objetivo corregir la excesiva sudoración de manos y axilas, que tiene el mismo origen que el rubor, una hiperactividad del sistema simpático. Más adelante y con técnicas menos invasivas se vio que si se seccionaba el nervio simpático a la altura de las primeras costillas se podía evitar el sonrojo.
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