Las películas de Spider-Man han llegado con tal agitación las últimas dos décadas, que casi se puede saber la hora por ellas. ¿Quién necesita los largos siglos del Jurásico, Triásico y Cretácico cuando, en el lapso de una sola generación, puedes tener la era de Tobey, la era de Garfield y el Tomozoico?
La velocidad de regeneración constante (y contractual) de la franquicia ya se ha convertido en un chiste familiar. Pero en “Spider-Man: No Way Home” (“Spider-Man: Sin camino a casa”), las zonas horarias distintas, aunque abarrotadas, del Hombre Araña de Marvel se superponen y colisionan de maneras que a menudo son entretenidas y probablemente satisfactorias para los fanáticos, pero aún carecen de la sobredosis de estremecimiento que están diseñadas a proveer. Esto es como dos golpes de Spider-Man y un refuerzo, todo en uno. En su retrospectiva y construcción de un supergrupo, “No Way Home” es el propio “Endgame” de Spidey.
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Eso también significa que viene con muchos giros que, si no quieres que te echen a perder, deberías parar de leer hasta que veas la película. Las ingeniosas revelaciones y apariciones en “No Way Home” son una parte tan importante de su estructura que es difícil considerarla sin hacer referencia a algunas de ellas. En un mensaje previo a la película, Jamie Foxx, quien interpretó al villano Electro en “The Amazing Spider-Man 2″ (“El sorprendente Hombre Araña 2: La amenaza de Electro”), advierte sobre los spoilers reveladores antes de señalar que él mismo es un spoiler.
Pero “No Way Home” de Jon Watts comienza como lo hicieron sus dos entregas anteriores (también dirigidas por Watts): con el aire desenfadado de la escuela secundaria que ha caracterizado el reinado de Tom Holland como Spider-Man. Ha sido un capítulo definido por el sano encanto de Holland, un Spidey bastante agradable, aunque algo convencional, que ha parecido más adecuado para el papel fuera de la pantalla como aprendiz de Robert Downey Jr. y en apariciones geniales y chistosas en la prensa. Pero el estilo sincero y afable de Holland también ha aliviado la carga a veces pesada de las películas de Marvel, y sus cintas, en su mayoría muy buenas, han sido refrescantemente liberadas por el aparato interconectado y plomizo de la franquicia.
“No Way Home” comienza precisamente donde quedó “Far From Home” (“Lejos de casa”) de 2019: afuera de Penn Station en Nueva York, donde Mysterio (Jake Gyllenhaal) reveló la identidad de Peter Parker justo antes de morir. La nueva notoriedad lleva helicópteros de la prensa a sobrevolar el apartamento de Peter e interrumpe su relación previamente clandestina con su novia MJ (Zendaya) y su mejor amigo Ned (Jacob Batalon). Están a punto de ingresar a MIT (Paula Newsome es especialmente buena como oficial de admisiones universitarias), pero Mysterio ha convertido a Peter en una figura divisiva. Nuestra estadía en la Midtown High School, donde Peter es acosado, es breve, demasiado breve, considerando que el personal docente incluye a JB Smoove, Hannibal Buress y Martin Starr.
Queriendo recuperar su antiguo anonimato, Peter recurre al Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), quien invoca un hechizo de amnesia que sale mal. En lugar de borrar la memoria de aquellos que conocen el secreto de Spider-Man, evoca a los villanos de su pasado abriendo portales entre universos, que en este caso también significa entre películas. Electro, Green Goblin (Willem Dafoe), Doctor Octopus (Alfred Molina), Sandman (Thomas Haden Church) y Lizard (Rhys Ifans) caen como viajeros aturdidos que tomaron un camino equivocado en Albuquerque.
Al abrir caminos de conexión entre las películas de Spider-Man, “No Way Home” une un universo ficticio muy rehecho con un nuevo espíritu de cohesión y un cálido baño de nostalgia y gesto hacia los fans. Si estamos pasando de una película a otra, es tentador querer que algunos de los portales conduzcan a otras películas, como al personaje de Cumberbatch en “The Power of the Dog” (“El poder del perro”) o al de Andrew Garfield en “Tick, Tick … Boom!” O mejor aún, al loco de Dafoe en “The Lighthouse” (“El faro”). Eso sí que sería meta.
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En realidad, fue “Into the Spider-Verse” (“Spider-Man: Un nuevo universo”), producida por Chris Miller y Phil Lord, la que abrió esta puerta al jugar metafísicamente con el Hombre Araña. “No Way Home” adopta algo de esa energía cómica, pero no tiene la misma desinhibición libre e ingeniosa. Si “Spider-Verse” trataba de cómo cualquiera puede ser Spider-Man, “No Way Home” es un compendio de Spider-Man más autorizado; su tono es más operístico que clásico. Aún así, Watts tiene un toque humano que puede faltar en las películas de superhéroes, y casi todos los actores que aparecen en “No Way Home” se presentan como individuos a pesar de la narrativa altamente conceptual.
También ofrece una comparación y un contraste más directos entre nuestros tres Spider-Man, cada uno con una variante del mismo tema. Las películas de Sam Raimi, con Tobey Maguire, o al menos las dos primeras, siguen siendo excelentes. Pero si bien el par de cintas de Garfield son probablemente las más fáciles de descartar, su aparición aquí es la más poderosa. No porque esté en casa como Spider-Man, sino porque no lo está. Ahora, siete años mayor y haciendo algunos de los mejores papeles de su vida, un Garfield más maduro emana algo que no encaja en esta franquicia de memoria a corto plazo que siempre se recicla: que hay vida después de Spider-Man.
“Spider-Man: No Way Home”, un estreno de Columbia Pictures, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de acción/violencia, algo de lenguaje soez y breves comentarios sugerentes. Duración: 150 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.