No se dejen engañar por el título —Marriage Story— y el afiche de una cinta que presenta a una familia en total plenitud de su relación. El título se limitará a la introducción de la producción de Netflix, que busca competir por premios este año.
Las primeras secuencias de este poderoso drama que estrena hoy en Fine Arts presentan la pareja protagónica Nicole (Scarlett Johansson) y Charlie (Adam Driver) detallando las virtudes y defectos que los hicieron enamorarse el uno del otro, para inmediatamente presentarnos que su matrimonio se está desmoronando.
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Charlie, un director de teatro New York, siente que lleva una vida plena junto a Nicole y su pequeño hijo de 8 años, mientras que Nicole está convencida de que su amor por la vida que lleva junto a Charlie no es el mismo. Esto llevará a Nicole, quien trabaja como la actriz musa en las obras de Charlie a aceptar un trabajo en el piloto de un programa de TV en la ciudad de Los Ángeles, lo que le permitirá estar más cerca de su familia. Esto va a comenzar una debacle que se intensificará cuando Nicole le pida el divorcio a Charlie y se enfrenten en un debate por la custodia del pequeño. ¿Les suena familiar?
El director Noah Baumbach, que ha experimentado en carne propia el divorcio y quien, con tono más liviano inspiró su cinta The Squid And The Whale (2005), en el divorcio de sus padres cuando este era un adolescente, logra equilibrar el humor con el duro drama de este doloroso proceso que va a poner a relieve la imposición de lo práctico, aunque se destruyan las emociones de ambas partes en la búsqueda de un punto medio.
El intelectualismo de sus pasadas obras queda a un lado para dar paso a su lado emocional con una honesta demostración de empatía, rara vez vista en su filmografía. Driver es una revelación en esta cinta con una poderosa interpretación de un hombre que de la noche a la mañana siente que lo está perdiendo todo y no sabe cómo lidiar con las consecuencias emocionales y financieras de un proceso por el cual nunca imagino pasar. Por otro lado, Johansson muestra sus quilates en el drama enfrentando la pasividad de su pareja, con una desgarradora interpretación, particularmente en aquellas escenas donde comparte con Driver, permitiendo que ambos eleven su alcance emocional, como nunca antes los habíamos visto.
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El director que muestra pinceladas del cine de Woody Allen, y nos hace recordar cintas como la clásica Kramer vs. Kramer (1979) y la reciente A Separation (2011), logra magistralmente a través de largas escenas y muchos close-ups, mostrarnos las interioridades de esta pareja, sin permitirnos tomar lados, gracias a un impecable guion y un manejo efectivo de la cámara y de los espacios, que a su vez se presentan como símbolos de enajenación y distanciamiento entre las personas.
La limitación de espacios en Nueva York funciona como catalítico en la sensación de sofocación que sentía Nicole, mientras que la distancia y espacio que se vive en Los Ángeles provoca una sensación de distanciamiento para Charlie.
Un tema que aborda con precisión y dureza, aunque provoca risas entre los espectadores es la dinámica entre los abogados de ambas partes, que representan la maquiavélica industria del divorcio. Estos abogados interpretados con total dominio por Laura Dern, Alan Alda y Ray Liotta, nos obligan a sentir mayor empatía por la pareja central. El tono y la música permiten al espectador reducir la tensión de ver un matrimonio que todavía se quiere, caer ante las maquinaciones del lucrativo negocio de las leyes matrimoniales y/o de familia. La cinta es un triunfo para su director y su elenco principal, que sin duda merecen todo reconocimiento por este maravilloso filme que sin duda es una de las mejores propuestas del año.