Como un resumen de la gloriosa e ilustre carrera de su realizador, hoy estrena una de las mejores cintas del año en curso: The Irishman. Martin Scorsese se pasó años tratando de conseguir financiamiento para entregarnos su nueva obra maestra. Se rumora que tocó las puertas de muchos estudios y, por miedo a perder en la taquilla la fortuna que exigía una propuesta como la que hoy estrena, no se arriesgaron. Fue Netflix quien entendió la importancia de la visión del realizador de obras como Raging Bull y otros clásicos, y asumió el riesgo de los $159 millones de dólares que se presume que costó la producción.
En la cinta, inspirada en el libro I Hear You Paint Houses, de Charles Brandt, seremos testigos del recorrido por la vida criminal de Frank “The Irishman” Sheeran (Robert De Niro), quien al comienzo de la cinta, desde un asilo, ya un olvidado anciano, medita sobre su vida desde que era un veterano de la Segunda Guerra Mundial, experiencia que lo hizo inmune a la violencia, y característica que lo lleva a trabajar para el líder (Joe Pesci) de una poderosa familia criminal en Pensilvania y lo convierte en su empleado de confianza. Al acabo de los años, esta privilegiada posición lo lleva a involucrarse con el activista sindical Jimmy Hoffa (Al Pacino), figura que desapareció misteriosamente en 1975, generando una ola de teorías entre las que figura la implicación de Sheeran en su desaparición.
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Al galardonado cineasta no le resulta difícil lograr las mejores interpretaciones de su elenco principal, destacándose De Niro como un reservado matón que contrasta armónicamente con la ferocidad de Pacino, que nos entrega una de sus mejores interpretaciones, haciendo suyos los manerismos y la actitud impetuosa de un Hoffa muy diferente al de Jack Nicholson (1992). Joe Pesci se mete en la piel de Russell Bufalino realzando la capacidad histriónica de este retirado actor, con una interpretación restringida de un metódico pero perverso capo, alejándose, por la clásica milla, del psicópata criminal de Goodfellas. No podemos pasar por alto a un controlado pero exquisito Harvey Keitel, como otro líder de la mafia. El impecable guion de Steven Zaillian (Schindler´s List, American Gangster), que integra una descripción textual del desenlace de algunos de los personajes, que provocarán risas nerviosas entre los espectadores, nos lleva de la mano por la travesía de Sheeran, donde experimentaremos una ola de emociones mientras él ejecuta sus misiones. Aunque es casi perfecta, la cinta enfrenta algunos problemas, entre los que sobresale el rejuvenecimiento digital de los actores, en el que se utiliza una costosa tecnología que permite apreciar a los principales cuatro décadas más jóvenes, que de entrada resulta chocante, pero de lo que finalmente nos olvidamos gracias a las interpretaciones del talento actoral.
En esta cinta contemplativa, que explora temas como la lealtad, la redención y la mortandad, entre otros, Scorsese ataca la historia con la misma pasión de sus pasadas cintas sobre la mafia, pero, a su vez, se toma el tiempo (209 minutos de duración) para entregarnos una historia que transcurre al cabo de cinco décadas, en la que logramos entender la humanidad y la falta de ella en muchos de sus personajes, colando muy acertados momentos livianos para suavizar la dura historia.
El último acto de la cinta se presenta como una melancólica elegía a la existencia de un personaje que termina solo, y a su vez, sirve como una metáfora sobre una posible conclusión al tema de la mafia en la increíble filmografía de Scorsese. Una obra maestra que merece ser disfrutada en la pantalla grande.
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