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Rap cubano lucha por mantenerse en tiempos de reggaetón

El rap perdió su estigma de música de jóvenes marginales luego de hacerse popular

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LA HABANA — Tito era apenas un bebé cuando en la década de 1990 algunos jóvenes cubanos con el cabello trenzado, vestidos con bermudas y holgadas sudaderas pintadas a mano, terminaban sus noches de sábado sorteando a la policía tras electrizantes conciertos de rap que enfocaban sus letras en denunciar el racismo, las carencias o la marginalidad.

Ahora con 21 años Tito MC, cuyo verdadero nombre es Eduardo Alberto Alayón, ganó la Batalla de los Gallos, una modalidad de hip hop que combina improvisación con ‘rapeo’. A él le apasiona rimar con elementos del deporte, el medioambiente, el cine o el amor, y su poética es tan colorida como la de sus antecesores, pero está lejos de las confrontaciones políticas de sus predecesores en el género.

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Con el paso del tiempo el rap en Cuba, un referente en América Latina, ganó en diversidad temática y visibilidad, pero se despojó en gran medida de su carga crítica y vio mermar su popularidad ante el auge del reggaetón.

Notablemente el reggaetón, con sus ritmos pegajosos, tiene mucho más difusión en los medios de comunicación locales (estatales) _ pese al rechazo oficial que se expresó recientemente en decretos gubernamentales para prohibiendo la vulgaridad y grosería de las expresiones artísticas en los lugares públicos _ y también en las plataformas de internet a las cuales los cubanos ahora tienen acceso.

“El rap no es sólo tirarle al gobierno o los problemas sociales, sino también enamorar a una mujer o contar algo que te ha pasado”, dijo a The Associated Press Tito, quien para ganar la liga cubana de la Batalla de los Gallos que auspicia Red Bull –la competencia más importante de habla hispana que se realiza en casi todos los países del continente– se preparó como mínimo dos horas diarias durante cuatro meses con la ayuda de su computadora y una aplicación para móviles, mezclando palabras y probando rimas.

Residente de la barriada de Cojimar al este de la ciudad, considerada una suerte de cuna del rap donde surgieron los recitales más contraculturales en los 90, Tito estudió informática pero no terminó la especialidad y hasta hace poco trabajaba de cocinero.

“Lo que me gusta es el freestyle, que es como un derivado del rap. Nosotros hacemos batallas de gallos, improvisamos”, comentó Tito, quien la semana pasada le ganó en una contienda a DRC y ahora viajará a España en representación de Cuba para un concierto.

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Menos esquemático que sus predecesores y como muchos jóvenes cercanos al hip hop actual, Tito tiene un abanico discursivo que va de los superhéroes o las series, de las canciones pop al medio ambiente sin prejuicios.

“Tengo este ‘flow’ ahora mismo soy sincero/ando en un dirigible mi querido compañero/porque soy como Bee Gees y mi límite es el cielo”, improvisó Tito durante la competencia cuando le pidieron que rimara sobre la imagen de un enorme globo aerostático proyectado en una pantalla gigante.

Aunque entre las influencias que reconoce están algunos de sus colegas de entre los más contestatarios: Los Aldeanos, Papá Humbertico y Anónimo Consejo. Uno de sus temas favoritos es “La naranja se picó”, una durísima crítica al gobierno cubano del rapero El B, miembro de Los Aldeanos que la década pasada resultó finalista dos años en la Batalla de los Gallos de Red Bull.

Surgido en entre los 80 y 90 a partir de muchachos que se juntaban en barriadas populares y en una creciente espiral de denuncia social y política, el hip hop cubano llamó la atención internacional, incluso mezclándose con la rítmica afrocubana como lo hace la popular agrupación Orishas.

Su impronta fue tal, que el género incluso quedó atrapado en la tensión política de Cuba con Estados Unidos: en 2014 una investigación de la AP mostró que mediante la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) se había desarrollado un programa para tratar de cooptar a exponentes del rap cubano como Los Aldeanos, alimentando su criticismo para desatar movimientos juveniles contrarios al gobierno.

El rap se hizo más popular y perdió su estigma de música de jóvenes marginales, pero también en alguna medida se institucionalizó ingresando al circuito cultural oficial mediante la creación de una Agencia Cubana de Rap la década pasada.

“Llevo 30 años haciendo rap. El rap cambió, buscó alternativas, otro discurso”, explicó a la AP Yrak Sáenz “Vitalicio”, de 48 años, que forma parte del grupo Doble Filo. “En mi generación éramos mucho más agresivos con el gobierno…con la posición política y social”.

Sin embargo, “Vitalicio” se dijo “orgulloso” de lo que los más jóvenes están “rapeando” ahora.

Dependiente del Ministerio de Cultura, con el objetivo de promover el género, la labor de Agencia Cubana del Rap fue apoyada por algunos y recelada por otros, que vieron en ella una intención de acallar la crítica social mediante la cooptación del movimiento.

“La existencia de la Agencia Cubana de rap es muy favorable, pero también se ha cogido como un escudo para decir que desde que existe todo ha cambiado”, reconoció a la AP Rubén Marín, actual director de la institución y un veterano del género miembro de la agrupación Primera Base.

Marín destacó que un espacio oficial como este permite dar a conocer a los talentos de la isla e incluso apoya a todas las modalidades del hip hop, desde los DJs y VJs, hasta los grafiteros con seminarios, encuentros internacionales y recitales a lo largo del país.

Paralelamente muchos raperos cubanos emigraron, sea porque lo consideraron mejor para desarrollar su obra artística o acusando al gobierno de hostigarlos y no darles espacio de desarrollo.

En la actualidad, por ejemplo, los radicalmente antigubernamentales Silvito “El Libre” y Los Aldeanos y viven en Estados Unidos.

“Creo que lo que caracteriza hoy al rap cubano es la diversidad”, dijo a la AP el ensayista Alejandro Zamora, quien señaló que la política y la crítica social no se perdieron sino que algunas nuevas corrientes se hacen notar, como un fuerte movimiento de rap cristiano o el homohop (hip hop hecho por personas de la comunidad LGBT).

Artistas y especialistas consultados por AP reconocieron que el reggaetón le restó al rap el poder de antaño.

“La semántica del reggaetón no es la misma que la del rap. Yo creo que el rap es la música que porta ideas de cambio, mientras gran parte del reggaetón constata y refuerza el status quo de las calles cubanas con sus relaciones asimétricas (sexistas, racistas, clasistas) de poder”, expresó en un artículo de opinión el antropólogo Dmitri Prieto Samsonov en el blog HavanaTimes, que publica a muchos especialistas independientes de la isla.

Sin embargo, el hip hop y el rap en Cuba están lejos de morir o perder su esencia.

“Creo que los raperos son una fortaleza para Cuba”, expresó Zamora. “Cuando pintan una pared, hacen un libro o ‘rapean’ son como una especie de antivirus para la sociedad. Es como decir ‘oye, hay tal problema y debemos ocuparnos’”.

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