Este sábado se efectuó el bautizo de Archie, hijo de Meghan Markle y el príncipe Harry. Nuevamente, los duques de Sussex hicieron las cosas a su manera y marcando distancias con las tradiciones de la realeza británica.
La celebración fue en el Castillo de Windsor, a las afueras de Londres, en un acto privado al que solo asistieron familiares y amigos muy cercanos. Realmente fue lejos del foco de los medios de comunicación y de la ciudadanía.
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Tan poca información han aportado los padres. Ni siquiera se conoce el nombre de los padrinos, aunque sí ha trascendido que “son amigos de la pareja”. Solo dos fotografías se difundieron desde la familia real.
El bautizo, por tanto, ha sido un evento de bajo perfil para los estándares de la realeza de este país. Tampoco estuvieron presente la bisabuela de Archie, la reina Isabel II de Inglaterra, quien ya indicó que tiene hoy otros compromisos.
No es algo inédito en la monarca, ya que el año pasado tampoco asistió al bautizo de su bisnieto el príncipe Louis.
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Bautizado con agua del río Jordán
Asimismo, el bisnieto de la monarca fue bautizado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby. Específicamente con agua del río Jordán sobre la pila “Lily Font”. Esta obra de orfebrería representa “la pureza y la nueva vida” y que la familia real utiliza en estas ceremonias.
Fuentes de palacio también señalaron que, entre los asistentes, estuvieron el príncipe Carlos y su esposa Camila; los duques de Cambridge; y la madre de Meghan, Doria Ragland; así como un reducido grupo de amigos cercanos a los duques de Sussex, hasta un total de unas 25 personas.
Con información de EFE