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El fenómeno sociocultural de Bad Bunny

Son miles sus fans y, contrario a otros exponentes de la música urbana, en su fanaticada convergen personas de distintos estratos socioeconómicos.

Bad Bunny

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Para los millennials es el profeta de una nueva religión.

Para otros, incluidos graduados universitarios, jóvenes profesionales y algunos maduritos, es el portavoz de una cultura innovadora.

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Son miles sus fans y, contrario a otros exponentes de la música urbana, en su fanaticada convergen personas de distintos estratos socioeconómicos.

Es el fenómeno, inverosímil para no pocos, del intérprete del trap Bad Bunny. Su meteórico ascenso al estrellato, sin un disco en la calle, provocó una reunión de emergencia en la Academia Latina de la Grabación (Latin Grammy) para analizar si el suceso amerita que se instituya una nueva categoría en la música urbana.

Lo cierto es que es un fenómeno sociocultural indiscutible, y todos ansían colaborar con él, como hizo el salsero Víctor Manuelle con “Mala y peligrosa”.

El intérprete de “Amorfoda”, cuyo nombre de pila es común (Benito Antonio Martínez Ocasio), es un muchacho de solo 24 años, de cuna humilde, que trabajó como empacador en un supermercado, que no terminó sus estudios universitarios en comunicación televisual y que sin la preparación académica e intelectual de otros, sí le favorece una identificación sincera y natural con la gente que solo aspira a ser feliz en un sistema en que la infelicidad es mercancía que se atosiga con el alto costo de la ansiedad.

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Talento y ángel le sobran, pero, más allá del marketing, sobre todo le favorece el andamiaje de una maquinaria inusual: la gente, desprovista por generaciones de ídolos creíbles.

Millones de vistas de sus videos en Youtube; millones de bajadas de canciones en Itunes, Spotify y otros portales; un nuevo sonido; una nueva moda; un nuevo estilo, un nuevo discurso, enfoque y una imagen excéntrica y sin complejos, que exhibe sus uñas pintadas y hasta pelo en el pecho.

Su especialidad es el trap, pero transita sin dificultad por el reguetón y las fusiones urbanas con elementos electrónicos. No es un fenómeno de más de dos años y ya llenó el Choliseo José Miguel Agrelot sin mucha publicidad porque la promoción descansa en la voz popular.

Al presente, Ozuna, J Balvin, Cardi B, Arcángel, Nicky Jam, Wisín, Almighty, Becky G, Daddy Yankee, Cosculluela, Farruko, Karol G, Enrique Iglesias y Prince Royce han solicitado colaborar con Bad Bunny en remixes, subiéndose al tren de su popularidad.

Portavoz de una nueva filosofía de vida, que muchos aún no comprenden, desde la explosión del fenómeno en 2017, algunos lo han señalado como promotor de violencia, del sexo irresponsable y de las drogas.

Pero, al analizar sus letras, rápido se comprende que sencillamente habla como la gente en la calle. ¿Palabras impublicables? Sí, como en su momento las grabaron Calle 13 y  Tego. ¿Frases pedestres? También, como las grabaron Héctor & Tito y Don Omar.

Bad Bunny es un fenómeno sociocultural que debemos seguir de cerca porque los niños, los preadolescentes, los jóvenes y jóvenes adultos de ambos sexos o géneros lo respaldan porque se reconocen y se sienten representados por él.

Después de todo, cada época tiene sus artistas. Y rumbo a 2019 es la hora de Bad Bunny, que no necesita un disco, solo un fan con un móvil con acceso a Internet.

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