La cantante española Ana Torroja opina que la industria de la música debe dedicar más “tiempo” a los artistas y a sus canciones para que vuelvan a surgir agrupaciones tan exitosas como Mecano.
La estrella del pop español de los ochenta se encuentra estos días en Estados Unidos como parte de la gira “Conexión”. El domingo tiene previsto un concierto en San Juan (Puerto Rico).
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En una entrevista con Efe recuerda que la última vez que dio un concierto en el sur de la Florida fue con Miguel Bosé, hace ya 17 años y, ahora, regresa con una nueva propuesta con la que pretende hacer una “biografía musical” de su carrera.
“Realmente es una carta de presentación para aquellos que a lo mejor no me conocen tanto. Intento mostrar cómo ha sido mi paso por la música, con canciones de Mecano y en solitario”, explica.
Este año, la cantante cumple su vigésimo aniversario como solista. “Llevo más años en solitario que con Mecano”, admite. Sin embargo, confiesa que muchos de los seguidores la siguen recordando por su trabajo junto a Nacho y José María Cano.
“No se pueden olvidar. Hay mucha gente que me pregunta si no siento nostalgia y la verdad es que Mecano está muy vivo porque su legado se va heredando generación tras generación”, comenta.
En ese sentido recuerda que ha seguido cantando los temas del trío madrileño “independientemente de que estuviera como solista”.
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“Es lo que la gente quiere seguir escuchando, y a mí es lo que me gusta cantar”, puntualiza.
¿Qué necesita la industria para que vuelvan a surgir grupos como los de antaño? Ella lo tiene claro: “Tiempo”.
“Los éxitos ahora son más efímeros. Llegan pero enseguida se van, es difícil que haya canciones que permanezcan como antes”, lamenta.
Ana Torroja (Madrid, 1959) tiene muchas “conexiones” con el público latinoamericano, al que considera “generoso, fiel y apasionado”, que van más allá de sus habituales conciertos.
De hecho, hace un tiempo que la cantante dejó España para instalarse en México porque, según cuenta, “tenía más trabajo en América Latina”.
“México es un país que siempre me ha gustado mucho, desde el primer día que lo pisé me enamoré”, explica mientras bromea al decir que se ha adaptado muy bien a la vida mexicana “dejando el pan por las tortillas de maíz”.
Pero su vida siempre estará ligada al recuerdo de Mecano. Atrás quedan esos años, allá por el 1993, cuando sus integrantes se fueron a Nueva York para intentar encauzar sus carreras y volverse “a juntar al final del camino”. “Pero no se dio y cada uno ha seguido con su trayectoria en solitario”, explica.
“Ese tiempo, en el que yo estuve dos años, fue el que nos dispersó y nos dio la oportunidad a cada uno de poder desarrollarnos como individuos”, relata.
Pero confiesa que sus intenciones en ese apartamento del barrio de East Village, con unas impresionantes puestas de sol junto al río Hudson, eran otras. Quería poner tierra de por medio, recuperar el anonimato y poder hacer lo que cualquier joven de su edad se suponía que debía hacer.
“Quería pasar desapercibida cuando saliera a la calle, quería que nadie me reconociera”, confiesa.
Aterrizó en el mundo de la música sin planearlo y ya lleva “treinta y tantos años” dedicándose en cuerpo y alma. “Apareció, me subí al tren y todo fue tan rápido que no me dio tiempo a asimilar muchas cosas”, señala.
Con el paso de los años ha entendido lo que significa la fama y ahora ha logrado llevar una vida “tranquila”, como cualquier mujer.
“¿Qué aprecio en la vida? Que estoy al 99.9 % contenta con ella, con lo que he conseguido, con lo que me rodea, con lo que me queda por hacer y aprecio poder decir que no a las cosas que no me apetecen”, dice sin dudar.
Pero, sobre todo aprecia que, después casi cuatro décadas de profesión, pueda seguir subiendo a un escenario y que la gente aún recuerde sus canciones.