El músico puertorriqueño Pito Sepúlveda partió a morar “al paraíso de los rumberos” para armar una rumba con su trombón de vara y su voz, luego de tres semanas recluido en el hospital La Concepción, en San Germán, anunció hoy el escritor y periodista Josean Ramos.
El músico tenía menos de cien libras de peso, muy débil, deshidratado y desnutrido, por lo que dejó instrucciones escritas de que “al morir, que me lleven directo al cementerio… sin velorio”, dijo Ramos.
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Reveló que Pito Sepúlveda era el único sobreviviente de los que integraron la mejor orquesta que tuvo Daniel Santos, La Sonora Boricua, donde deleitaba a los melómanos con los coros y solos de trompeta que ejecutaba en muchas de sus interpretaciones.
También cuando se unía a los tres vientos para convertir sus instrumentos en metales del terror, al repique de los cueros de un adolescente llamado Rafael Cortijo.
En un encuentro en su casa poco antes de cumplir sus 94 años, Pito recordó clarito cuando Daniel Santos estaba ensayando a sus músicos para formar su orquesta, y al escucharlo haciendo un solo de trompeta en una de sus canciones, le dijo: “Caballero, yo quiero que usted me haga los solos de mis números, porque usted los tocó como a mí me gusta”.
El periodista y escritor aseguró que quienes conocieron a Pito de antes lo describen como un niño prodigio que desde muy jovencito mostró afición por la música, con su participación en la Banda Escolar de San Germán, donde estudiaba y tocaba el bombardino.
Ya a los trece años empezó con la Orquesta Happy Hills tocando el bongó, las maracas y cantando.
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Después se interesó por el trombón, lo aprendió y llegó a destacarse como uno de los grandes trombonistas de vara, que a los 17 años sustituyó al maestro Santos Ortiz, quien además de músico, fue sastre y alcalde de Cabo Rojo, al igual que su hijo Santos El Negro Ortiz.
Esa tarde Pito recordó cuando se unió a la Orquesta Tropicana, dirigida por Rafael Elvira, procedente de la Orquesta Happy Hills, y tocaba en la estación radial WIAC en Miramar, a la que asistía casi a diario, relató Ramos.
Con la Tropicana tocaba el trombón y cantaba algunas canciones, pues los cantantes oficiales eran Gilberto Monroig y Pellín Rodríguez.
Poco después integró la Orquesta Siboney de Pepito Torres, donde permaneció 19 años tocando la trompeta y el trombón, y haciendo dúo con Emma Rogers en el exclusivo hotel Condado, donde dejaron una estela de recuerdos en sus bailables nocturnos, narró el autor en crónica enviada a la agencia Inter News Service (INS).
“Una foto en la pared lo muestra con el Sexteto de Jesús Caunedo en el hotel La Concha, y otra cuando integró la Orquesta de Anselmo Sacasas como músico invitado para tocar los shows que se hacían en el Club Tropicoro del hotel El San Juan”, anotó.
Ramos afirmó que “viendo las imágenes revivió con nostalgia cuando se unió al Sexteto de Pijuán y grabó algunos discos, uno con la danza de Rafi Escudero Lo que yo quiero ser, que incluye un solo de trombón hábilmente interpretado por él”.
“Con Pijuán estuvo hasta el 83 y en el ínterin acompañó con su trombón de vara a la Orquesta de Tito Rodríguez en sus programas de televisión, que se veían en Nueva York por el canal hispano 47”, relató.
En otra foto aparece con Joe Vallejo y su Sexteto, que se presentaba en el Salón Carioca del hotel Americana, en Isla Verde, donde estuvo hasta el año 85 del siglo pasado, y en ésta cuando se retiró como músico activo y desde entonces continuó tocando su trombón de vara en la Procesión de Viernes Santo de su querido San Germán.
Su amor por San Germán y su gente lo llevaron a rechazar ofertas de grandes músicos internacionales para que los acompañaran en el exterior.
Cuenta su amigo de toda la vida Millín Rivera que, en cierta ocasión, el virtuoso pianista Noro Morales lo invitó desde Nueva York para que se uniera a su famosa orquesta, pero Pito declinó porque no quería abandonar su país, donde nunca le faltó trabajo y vivió siempre de la música.
“Gran decepción habrá recibido cuando dispuso, mediante declaración jurada que no permitía la presencia de otras personas –salvo los empleados de la funeraria y el cementerio– al momento de su entierro”, reveló el escritor y periodista.