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Díaz Olivo: La Universidad no está haciendo lo que debería hacer

Metro dialogó con el profesor y analista sobre sus papeles como académico y figura mediática luego del lanzamiento de sus libros Tratado sobre derecho corporativo y Sin fines de lucro: normativa jurídica del tercer sector

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Usted aborda muchos temas a diario en su programa, ¿pero cómo maneja su rol de analista para luego convertirse en académico?
—Yo como profesor trato de ser lo más fáctico posible y evito en la clase hablar de política. Lo hago a propósito, porque yo creo que el profesor lo que debe hacer es traer un tema para que los estudiantes sean los que lleguen a sus propias conclusiones. Y es algo que requiere una gran disciplina y organización, en términos de cumplir bien con ambos requisitos. A mucha gente le gusta el rol de la academia, de dar una conferencia, de estar con estudiantes, pues eso es maravilloso, pero una parte integral de la academia es escribir. Y escribir es un puro ejercicio de disciplina. Hay mucha gente brillante que no escribe. Te digo esto porque, al uno salir de la radio e ir a la Universidad, uno está en un reto continuo. Yo creo que resultan complementarias, porque hay temas de la propia Universidad que se quedan en ella y nunca encuentran foro externo para discutirlos. El yo venir de la Universidad a los medios me da una oportunidad de hacer una aportación al campo mediático. En ese sentido, me parece que ambos roles son complementarios.

Una de las críticas que se le ha hecho a la academia, sobre todo a la de la UPR, es que no se ha insertado eficazmente en la discusión pública para proponer soluciones ¿Qué cree que deba hacer la Universidad de P. R. para fomentar que sus profesores discutan temas cotidianos?
—La Universidad no está haciendo lo que debería hacer para insertarse en la comunidad, y el talento de los profesores se está perdiendo. Pero ya yo me di cuenta de que, si yo iba a esperar por la transformación de la Universidad para hacer algo, no iba a pasar nada. Los académicos no pueden seguir esperando por la Universidad para lograr esa inserción necesaria de los universitarios en el resto de la sociedad. Nosotros mismos lo tenemos que provocar. Otra cosa que nosotros, lo académicos, debemos hacer es aportar al valor noticioso con un tema que complemente la historia del periodista. Yo creo que la gente en la academia debería ayudar a ese periodista a darle un ángulo a esa noticia, y me parece que hay la receptividad. Lo que pasa es que nosotros no sabemos cómo hacerlo.

¿De dónde surge la idea del libro Sin fines de lucro: normativa jurídica del tercer sector?

—Yo empecé a trabajar esto porque vinieron personas a donde mí con problemas jurídicos y me di cuenta de que no había fuentes para solucionar los problemas jurídicos de estas organizaciones sin fines de lucro.

Yo dije: “Mira qué interesante”. Para los problemas de la gente que estaba en actividades comerciales sin fines de lucro, de la mejor buena fe, no existían herramientas para acudir y ofrecer soluciones.
 Eso se me quedó en la mente. Entonces, con el desplome del Gobierno, mucha gente comenzó a tomar iniciativa, sin darse cuenta de que estaban haciendo organizaciones sin fines de lucro. Así que el fenómeno trascendió y ya la gente está consciente.
 
¿Cree usted que el Gobierno ha sido eficiente en atemperar su legislación corporativa con los nuevos tiempos y tendencias, como, por ejemplo, empresas que no existen físicamente o empresas creativas,
entre otras?

—Yo te diría que, aunque han pasado casi 20 años, yo creo que el problema no es de legislación, porque nosotros la copiamos de la Ley de Delaware, que es una de avanzada y flexible a los tiempos. El problema es de los tribunales. Mucha gente, especialmente los estudiantes de Derecho, le tienen miedo. De hecho, en muchas escuelas no es materia obligatoria. Pero, una vez tú eres abogado, inevitablemente, el problema corporativo lo vas a tener. Entonces, esos que estudian Derecho en su momento son jueces, y, cuando se enfrentan a un problema corporativo, le sacan el cuerpo porque no lo entienden. Entonces, hay muchos issues de naturaleza comercial que los jueces y abogados no tienen la sofisticación para atenderlos. Yo creo que uno de los principales atrasos del país es que no existe una infraestructura jurídica y educativa que permita el adelanto de estos temas. Esto provocó el efecto de que la materia de corporaciones se convirtiera en una materia de unos escogidos, porque los temas los manejaban los bufetes de Hato Rey, y si eres un abogado de Adjuntas y te llegaba un caso de corporaciones, te fastidiaste.

¿Cuál fue el propósito de publicar un tratado sobre derecho corporativo en esta coyuntura histórica de la crisis económica que afecta al país?
—Yo hice un esfuerzo enorme para tener un libro que no fuera tan técnico y que sirviera para la academia, pero también para el ciudadano común y el abogado generalista, que no tomó el curso de corporaciones. El efecto que ha tenido es que mucha gente me ha comentado que el libro ha democratizado el acceso a la información sobre el tema corporativo, para que el abogado de Adjuntas, que no domina el tema, se pudiera defender y ofrecer soluciones a sus clientes.

Una de las razones por las que las personas desconfían en los tribunales es la demora en la resolución de los casos, sobre todo en la materia de negocios. ¿Qué debería hacer la Judicatura para mejorar esta situación?
 —Yo creo que hay muchos jueces que les da trabajo resolver. Hay un problema con los temas de esta naturaleza, porque, cuando yo no lo sé, me asusto.  Y, al asustarme, no me atrevo a resolver. Eso de mantenerme en el limbo es terrible para el país. En la medida en que el tribunal se tarde, provoca un derroche en la actividad económica del país, que es terrible. Esos remedios incluyen la utilización de sentencia sumaria o porque hay casos que no deberían estar en el tribunal.

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