Rosendo Herrera Rodríguez es sacerdote hace casi tres años en la Parroquia del Espíritu Santo y San Patricio en Loíza. Tiene 49 años, es mexicano y no solo sufre el reciente terremoto en tierra azteca.
Son las diez de la mañana, el sol empieza a calentar entre los cocoteros de Las Parcelas Suárez y hoy no es un miércoles cualquiera en Loíza. Ha pasado casi un mes luego del paso del huracán María y padre Rosendo, el cura del pueblo, camina el barrio sierra en mano ayudando a la gente.
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“Llevo casi tres años en Puerto Rico. Soy parte de los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad, una orden religiosa que trabaja en la diósesis de Fajardo-Humacao. Yo nunca había pasado un huracán”, confiesa el cura mientras se pone unos guantes para recoger basura y escombros en la casita de doña Mirna y don Josue, quienes con sus más de 80 años agradecen en silencio.
“Eso no fue cualquier cosa, fue una experiencia fuerte desde Irma. Ahí fue que empezamos a trabajar, porque la casa parroquial fue el centro de acopio del municipio y todavía lo es”, dice el padre, mientras sentencia que la pobreza es el mayor enemigo.
Según Rosendo hace falta acciones justas y contundentes en la calle. Por eso hace. Y asegura, igual, que son las comunidades las que tienen que movilizarse, porque “es un un compromiso social, una responsabilidad colectiva”.
A padre Rosendo le preocupa la gente mayor. A la vez que mete mano con los más vulnerables, reconoce que en estas emergencias los municipios no lo pueden hacer todo.
“Por eso desde Irma estoy en la calle con los más vulnerables. La pobreza es lo difícil. Hay muchas personas mayores que tienen hijos, pero que no se encargan mucho de ellos. No hay una atención cercana. Y aquí estamos. Toda mi formación como misionero fue en la parte de la línea social. Si estás predicando del amor a los demás, de lo justo, pues hay que mostrar en hechos lo que tú crees. Y esto son hechos: servir, acompañar, ayudar…”, sentencia el párroco, no sin antes detallar que aprendió a tocar tambores y a bailar Bomba.
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Para el padre Rosendo el proceso de recuperación es complicado. Ve un pueblo bloqueado y muy dependiente. Cree que hay que salir a la calle y demostrar como pueblo que la palabra no es suficiente sin la acción del ser humano.
Cuando pasó el terremoto el 19 de septiembre en México el cura no tenía acceso a internet ni a los medios de comunicación. Él vivió el de 1985. Han pasado 32 años y exactamente la misma fecha de aquel temblor vino el otro terremoto justo cuando estaba entregado en cuerpo y alma con los loiceños.
“Y yo no quise hacerle caso a aquello (a la crisis en México), porque entendí que estaba aquí en Puerto Rico y ante eso aquí era donde tenía que dar la milla extra”.
Padre Rosendo se ha dedicado a trabajar día tras día en la calle. La necesidad del prójimo ha trasformado su misa. Y en esa línea aprovechó para invitar al país a seguir su filosofía y a emprender el accionar en las calles.
“Creo que Puerto Rico necesita empoderarse y salir a las comunidades. Quizás en otros pueblos lo están haciendo, pero en Loíza y otros es urgente. Yo los invito a todos a unirnos en una causa. La vida lo agradecerá”, puntualizó.
De acuerdo a los datos preliminares del municipio, en Loíza 304 casad fueron destruidas totalmente por María. Al menos 519 residencias sufrieron daños mayores y otras 487 daños menores. Asimismo, unas 1,370 casas sufrieron pérdidas.
Al día de hoy solo queda uno de tras refugios activos, donde 26 personas (19 familias) se benefician.